A Carlos Martínez ya se ha salido un contrincante, y no es otro que el ministro vallisoletano Óscar Puente. A tenor con la energía y fuerza económica con los que planta sus reales en su ciudad, no deja la menor duda de que manda, y mucho, en el socialismo de Castilla y León. Al discurso de recuperar la idiosicrasia regional de la periferia, lo rural y el marcado carácter provincialista de la Comunidad del alcalde de Soria, ahora le sale contrincante apoyan la macrocentralidad para Valladolid que todo lo merece y absorbe. Como dos fuerzas, centrífuga y centrípeta, la biporalidad en la que ha sumido el PSCyL no se sabe cómo terminará.

Uno siempre lleva en su alma lo regional y el cariño a la corte pucelana. Años, amigos, experiencias y hasta casa allí. Valladolid tuvo la gran suerte de ser fundada por el leonés Conde Ansúrez, ciudad natal del emperador Felipe II, la ubicación de la FASA-Renault y últimamente la sede del Ejecutivo y Parlamento de Castilla y León. Pero nada de eso alcanza lo que su hijo Óscar Puente le reserva a la ciudad de la que fue polémico alcalde. Sus particulares maneras y su verborrea provocativa se han multiplicado en la misma medida que su poder en el PSOE nacional y en el Gobierno de España. “A mi ciudad lo mejor y el resto que espere”, viene a decir. Y claro, en las amplias tierras semidespobladas de esta región nuestra le salen los dientes caninos en contra del superministro. Podía disimularlo un poco…pero no, desde las zonas donde no llega el Ave, se caen los viaductos y las autovías están hechas un destroza vehículos la figura de Óscar Puente como villano cobra notoriedad.
“Algo Óscar, danos algo”, le dicen sus correligionarios de las periferias. Es lo que hay. El papel de malote le va como ni al pelo. Ya se hace coña de los bloqueos en sus redes sociales a quien osa diferir de su tuit.
Aquí, salvo nostálgicos de León o Burgos, ya nadie piensa en la capitalidad regional. Es un debate cerrado. Pero sí existe un “debe” en las administraciones públicas para que redistribuyan los fondos y proyectos públicos desde un sentido territorial y no particular. ¿O queremos un rey sol acoplado entre el Esgueva y el Pisuerga?