Treviño, el peso de la historia

A 20 kilómetros de Vitoria y un centenar de Burgos aproximadamente, existe un pequeño territorio cuyo nombre es el de Condado de Treviño. Con poco más de mil habitantes y una localidad principal, Treviño. El Enclave de Treviño, coge a su vez a la localidad de la Puebla de Arganzón. En todo caso, el enclave perteneció al Reino de Castilla en principio y más tarde directamente de la Corona en la época de los Austrias mayores, la cual se hizo cargo de la famosa Legua Real hasta que esta, dependió finalmente del Ministerio de Fomento a partir de 1851. La historia del lugar es un continuo y fracasado intento de separación de la provincia de Burgos, una vez institucionalizadas las provincias,  y por ende de Castilla, para integrarse en la provincia de Álava en el País vasco.

Cierto es que los vecinos de Treviño por mayoría quieren desagregarse de Castilla por las incongruentes trabas burocráticas, distancia y costes de desplazamiento para la resolución de los temas administrativos más elementales y también, todo hay que decirlo, por la fiscalidad más laxa en los regímenes forales, el Gobierno Vasco, quien elevaría un recurso de inconstitucionalidad en 1985 en un trabado combate con la Comunidad de Castilla y León, que ante el Tribunal Constitucional, un año después, decidiría por mayoría rechazar en favor de la Comunidad Autónoma castellano y leonesa, que habría desplazado la capitalidad y quebraderos de cabeza que producía el alejamiento de Burgos, ni más ni menos que a Valladolid, un poquito más allá para proponerles una gimnasia sicológica adicional a los atribulados habitantes de este disputado condado.

La última polémica con este pequeño pero curioso municipio ha venido a sabiendas de que el alcalde del Condado de Treviño, no del enclave en su conjunto;  pretendía acogerse a las medidas anticovid del País Vasco y no acatar las de la Consejería de Sanidad de Castilla y León. Cosa, sobre la mesa, ilegal. Y así pasan los años y las generaciones en una rebeldía administrativa que, como al amargado, van envenenando las ideas y el discurso político de unos cientos de ciudadanos a los que la historia y sólo ella ha determinado vivir en la periferia satélite de una gran región.

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