Tres en uno

La espectacular victoria el pasado domingo de Juan Manuel Moreno Bonilla como presidente con mayoría absoluta del gobierno de Andalucía sigue vertiendo ríos de tinta digital en los medios de comunicación de España entera. La cuna del socialismo español, con Felipe González como primera referencia durante toda una era, ha escrito su punto y aparte en la historia moderna de la política de esa comunidad. Nada menos que casi 40 años de socialismo férreo.

 

Y con esta victoria del centroderecha español se postula a la par un modelo de gobierno bien distinto al de otros barones del Partido Popular español. Tenemos una Isabel Ayuso, “tabernaria”, populista y con un modelo ultraliberal a sus espaldas. Es hoy la musa de la derecha democrática de nuestro país. Qué distinta a aquellas como Isabel Tocino, Esperanza Aguirre y otras, ¿recuerdan? Los tiempos y los gustos cambian. Por otro lado contamos con nuestro Alfonso Fernández Mañueco, el chico que se hizo hombre en el seno del Partido Popular, con sangre política corriendo por sus venas y un perfil discreto en cuanto a liderazgo se refiere. Y para colmo, el gobernar en coalición con Vox lo que hace el más difícil todavía en los primeros meses de gestión. La unión de la derecha moderada con la más radical. Y finalmente el ya citado Moreno Bonilla, el más ubicado el centro de los tres ejemplos. Para muchos, el preferido de Feijoó. La moderación en persona y el que supo vencer no sólo a todo el espectro del centroderecha sino al mismísimo socialismo en su corazón. Tres modelos tres, tres en uno como la santísima Trinidad. Y ahora: ¿Qué deriva tomará el Partido Popular como modelo de referencia a exportar para vencer a nivel nacional? Me atrevo a adelantar que ninguno de los tres. Feijoó es un veterano presidente regional que mantuvo a raya su Galicia natal y que supo gobernar y sujetar el poder en ese rincón entrañable de la España más abandonada a su suerte, el noroeste peninsular. El presidente del Partido Popular de España tiene equipo, tiene experiencia y mantiene su propio modelo de Estado en su cabeza. Sabe capear con el problema del bilingüismo. No le asusta la llamada España plural, aunque los chicos del Bloque del Nacionalismo Gallego y los reductos del neocomunismo intenten poner palos en la rueda una y otra vez.

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