Toda una vida

“Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”


Emily Dickinson (1830 – 1886)


“Donde se quiere a los libros se quiere a los hombres”

Heinrich Heine (1797 – 1856)


En una visita que hice recientemente a una librería algo especial de Madrid (así la considero con afecto pues se dedica exclusivamente al saber de la Historia, y dentro de ella, a la Historia Militar), me encontré con una situación curiosa; a los cientos de libros que se ordenan cuidadosamente en sus estanterías y expositores, en el pequeño local alargado, se unían, aquel día, una remesa de docenas y docenas de “nuevos” libros de segunda mano. Se hacinaban en pilas en el suelo y en los bordes de los pasillos…


Algunos de aquellos libros eran raros y muy valiosos, otros eran obras de ediciones españolas, iberoamericanas y extranjeras en tapa dura y en rústica ya agotadas. Aquellas monografías y enciclopedias temáticas de historia militar estaban editadas en español, inglés, francés… y aún alguna vi también en italiano.

Junto a ellos se apilaban también, en otros dos expositores, varias docenas más de cajas que contenían muy valiosos juegos de mesa de guerra y estrategia que trataban desde el mundo antiguo, medieval y moderno hasta Federico el Grande, Napoleón, las dos guerras mundiales y las batallas de Dien Bien Phu o el Yom Kipur por poner algún ejemplo.

Era indudable que todo aquel “tesoro” procedía de alguna biblioteca particular. Nadie en su sano juicio, que se hubiera dedicado durante años y años a reunir aquel grandísimo conjunto que rendía culto al saber de Clío, podía haberse desprendido voluntariamente, o vendido por dinero, todo aquello… Allí había Toda una Vida reunida….

¿Tal vez una mudanza, o una economía arruinada…? Consideré que ni por falta de espacio, ni por deudas ni necesidad de dinero podía estar todo aquello allí…, al menos no podía haber llegado a la librería y estar apilado en los pasillos sin un gran dolor para quien hubiera sido su propietario…y si, recalco lo de “pro-pie-ta-rio”, como pequeño burgués que soy (y muy orgulloso de ello) para horror del anarquista que me pueda leer.

Recuerdo que pregunté a uno de los dueños de la librería, Alberto, y efectivamente me confirmó que todo aquel tesoro reunido durante muchos años de vida, de esfuerzos, de dinero y de ilusiones procedía de una persona que había hecho su mudanza definitiva…un profesor universitario de historia (y soltero) que había fallecido por enfermedad, relativamente joven…

Allí, en aquellos libros, estaba depositada toda una vida de estudio, de lecturas, de búsquedas y de vivencias que, sin duda habían hecho feliz y mejor, a la persona que los había reunido a lo largo de muchos años.

Y al final, él se había ido, y sus familiares habían decidido dejar todo aquello en depósito en una célebre y rara librería madrileña de historia militar…seguramente porque a ninguno de los herederos le servía ya de nada todo aquello (vete tu a saber si sus allegados eran todos matemáticos, ingenieros, jueces, políticos o periodistas de las últimas hornadas…).

En una gran ciudad como Madrid donde todo va tan rápido, la vida se vive aprisa y los hogares son pequeños, tal vez aquel tesoro ya no lo fuera tanto y ya no tuviera mayor valor, siendo más bien, una molestia para algunos…por ello habían acabado allí, para asombro y pena de la gente rara y sospechosa que frecuentamos aquella extraña librería alejada del centro de Madrid.

Me quedé pensando y me dije que, tal vez, así será cuando tampoco nosotros estemos ya en este mundo; puede que nuestros hijos guarden algo de lo que fue nuestro y formamos, reunimos y atesoramos con años y esfuerzos, o no; o puede, más bien, que quien pase a vivir donde nosotros lo hicimos, se desprenda con hastío y urgencia de todas aquellas “cosas viejas” e inútiles…Cosas sin embargo que nos ayudaron a ser lo que fuimos, a crecer, a ser mejores personas, cosas que nos hicieron felices y más cultos, cosas que nos convirtieron, trabajosamente, en personas más reflexivas y humanas y menos instintivas, primarias y animales.

A raíz de aquel día, en una charla de amigos historiadores del FEHME en Madrid recuerdo que saqué el tema. Varios agitaron la cabeza en silencio antes de hablar, como dando a entender que todo aquello no les era ajeno.  Aquellas situaciones, aseguraron, eran cada vez más habituales en las grandes ciudades… grandes bibliotecas particulares de personas que mueren y que ya nadie quiere porque en esta época de internet, de crisis inmobiliaria (en Madrid es bien sabido que el espacio ocupado es también dinero que se pierde), de lento declive de la que fue gran clase media española, del Cuéntame televisivo, de la Champions, y de los teléfonos móviles, los libros están ya de más para muchas personas…

Me hablaron de grandes colecciones particulares de libros vendidas enteras al peso por el simple, y pobre, valor del papel, o de otras tiradas en los contenedores de papel en las aceras pues ya nadie los quiere ni comprar, ni tampoco, ninguna biblioteca pública o privada recibir entre sus fondos…al morir sus dueños, o acabar demenciados en una residencia de ancianos todo ello se pierde.

Reflexioné con tristeza que, como decían los antiguos, todos morimos dos veces, cuando expiramos el último aliento y cuando muere nuestro recuerdo en las personas de nuestros descendientes y de quienes nos conocieron y apreciaron. Más allá de nuestros nietos, nadie nos recordará…

Y, a raíz de lo que vi aquel día en la librería, pensé que hay otra muerte más… el día que ya no estemos y nuestros allegados se hagan cargo de todo lo que fue nuestro …¿qué será de todos nuestros libros? ¿Acabarán perdidos, tirados, arrumbados en un contenedor de papel…o malvendidos a precio de saldo?…Tantos esfuerzos, años y dinero invertidos en una biblioteca…todo se dispersará y la mayor parte se perderá… ¿para nada? como dijo el gran poeta José del Hierro.

Tal vez así tenga que ser…

Aquel día compré un par de libros raros en rústica de la biblioteca de aquel hombre que nunca conocí; me fue fácil imaginarme como debió de ser su vida, sus gustos y sus aficiones por sus lecturas, por los libros que había tenido y ahora yacían en los pasillos y el suelo de la librería; también por los libros que nunca tuvo…

Me fui pensando de allí aquel día (agarrando bajo el codo aquellos dos libros salvados del naufragio de una vida)…que volvería por allí en alguna ocasión próxima.

Vida

Después de todo, todo ha sido nada,

a pesar de que un día lo fue todo.

Después de nada, o después de todo,

supe que todo no era más que nada.

 

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!

Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!

Ahora sé que la nada lo era todo,

y todo era ceniza de la nada.

 

No queda nada de que fue nada

(era ilusión lo que creía todo

y que, en definitiva, era la nada)

 

Que más da que la nada fuera nada

si más nada será, después de todo,

después de tanto Todo para Nada.”

 

José del Hierro (1922 – 2002)

 

“El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor”

Rubén Darío (1867-1916)

 

“Los libros son el avión, el tren, el camino. Son el destino y el viaje. Son el hogar”

Anna Quindlen (1952 -…)

 

“Hay más tesoros en los libros que en todo el botín de la Isla del Tesoro”

Walt Disney (1901 – 1966)

 

“Un hogar sin libros es como un hombre sin alma”

Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. de C.)

 

Arsenio García Fuertes

Doctor en Historia Contemporánea.

Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

Foro para el Estudio de la Historia Militar de España

 

Un comentario en “Toda una vida

  1. Una vez más, desde la atalaya de los años, disfruto con las lecturas reflexivas, profundas y atinadas de don Arsenio. Es un hombre fabricado en el conocimiento, en el esfuerzo, en las dificultades. Ha sabido superar las envidias, los olvidos, para seguir la pasión por cultivar el intelecto y aportar luces a esta incompetencia nacional de sujetos corruptos en todos los sentidos y planos de la vida.
    Da gusto leerte por la frescura informativa, el valor de lo publicado y por la ilustración que aportas.
    Ánimo, y comparto contigo que somos propietarios de nuestro esfuerzo y superación, dejando para otros la envidia y el odio.
    Me encanta leer tus publicaciones.
    Un abrazo.
    Tomás.

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