Soledad

Esta semana el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco anunciaba un Plan de 100 millones de euros para combatir la llamada “soledad no deseada”. Por primera vez en España se garantizará que las personas en situación de soledad no deseada tendrán derecho a prestaciones sociales. De las treinta medidas en que se compone el gasto de los 100 millones de euros se incluyen un teléfono gratis, un servicio de apoyo o actividades básicas relacionadas con la vida sana y el aprendizaje. Castilla y León, con la esperanza de vida más larga del mundo a excepción de Japón, sigue a la vanguardia de protección a nuestros mayores y refuerza el liderazgo de esta política en España.

 

Todo eso está muy bien y sobre la mesa es una decisión política de gobierno muy acertada. Sin embargo, comprende sólo una parte de lucha contra la gran pandemia del siglo XXI, la soledad, a secas y los problemas de patologías mentales como la depresión y la ansiedad obsesiva. Llama poderosamente la atención cómo en sociedades avanzadas como el propio Japón o en los países escandinavos, a pesar de su avanzada calidad de vida el suicidio, por ejemplo, registra las cotas más altas del mundo. En nuestro país, el dato no es baladí, se intentan quitar la vida una veintena de personas cada día y las muertes voluntarias superar a las víctimas por accidente de tráfico, que ya es decir.

 

Algo está pasando. Siempre la sociedad está en cambio y los tiempos dejan su huella y el hombre se va progresivamente adaptando a su existencia como si se tratara de los primeros milenios de su paso por el mundo. Pero por el camino, en nuestra modesta opinión, se están dejando mucho atrás además del sufrimiento tan grande que toda esa lucha por la adaptación a los modos de vida supone.

 

Vivimos más tiempo. Fantástico. Pero se trata de hacer encajar a nuestros mayores en la sociedad activamente y no aparcarlos en sus casas o en residencias geriátricas. ¿Y qué decir de la soledad de las parejas sin hijos? ¿La falta de natalidad o crecimiento vegetativo inverso? ¿O la propia “soledad acompañada”, esto es, en ciudades donde todo ser humano es anónimo viviendo aparentemente en comunidad?

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