Siempre igual

 

 

Todos los años, cuando cae la primera nevada, se repite en nuestro territorio patrio la misma liturgia laica y aburrida. En las primeras horas todos los medios informan de las consecuencias del fenómeno meteorológico, desplazando a los puntos más calientes (en este caso más fríos) a los reporteros más arrojados y capaces de mandar sus crónicas con la nieve hasta las rodillas o la ventisca enloqueciendo sus cabellos.

 

Después comienzan a difundirse  los testimonios más desgarradores de las familias afectadas o atrapadas en el blanco elemento porque, claro, cuando esas familias iniciaron el viaje lo hicieron pensando que las previsiones meteorológicas, aunque insistentes, siempre son exageradas y que en estas fechas León, Ávila o Segovia son destinos a los que se puede viajar despreocupadamente como a Punta Umbria o a la playa de San Juan en el mes de agosto, es decir, con esa mantita que nos trajimos del vuelo a Tailandia y con un paquetito de chuches por si los niños se pone impertinentes.

 

Y en ese momento, cuando todos los medios comienzan a reproducir los  reproches y rencores de los afectados es cuando la autoridad competente empieza a decir, primero, que ellos han actuado desde el minuto uno (gran frase ésta de frecuente uso) de forma correcta y que los fallos denunciados nunca son suyos sino de otros: de la concesionaria de una autopista, de la irresponsabilidad de los conductores, de la desproporcionada intensidad de la nevada  o del chachachá.

 

El capítulo final de estos procesos climatológicos tantas veces repetidos siempre lo protagoniza la oposición, todas las oposiciones que en España han sido y que, como es justo y necesario, tiran de manual y  comienzan poniendo a parir al Gobierno y terminan pidiendo la dimisión de ministros, directores generales e incluso la de algún que otro conductor de máquina quitanieves, caso de conocerse la afinidad política de éste con la Administración vigente.

 

Este año se ha roto la rutina con una aportación novedosa, obra de un Comité de sabios y asimilados, que se ha reunido para analizar lo ocurrido durante la nevadona y para proponer soluciones ante la más que probable repetición de estos temporales de nieve en la presente estación  invernal. Una de esas soluciones ha sido la de obligar a los conductores a llevar en el maletero de sus vehículos un completo equipo de supervivencia y vialidad, que bien podría servir para viajar a Adanero con la autopista nevada o para llegar a las cumbres del Himalaya, caso de que existiera acceso por carretera a ese lugar.

 

Esta ocurrencia parece que ha tenido un corto recorrido porque la autoridad competente, el ministro del Interior, ya ha dicho que bueno, que tampoco hay que tomarse todo al pie de la letra, que éstas son cosas de los miembros de esos Comités, que unas veces los carga el diablo y otras algún infiltrado de Podemos.

 

En fin, que ya verán ustedes como después de la próxima nevada vuelven a repetirse las mismas historias, las mismas incompetencias, las mismas imprevisiones y las mismas incapacidades porque aquí podemos tropezar veinte veces en la misma piedra y en Cataluña, alguna más.

 

Ángel María Fidalgo