En el Bierzo somos mucho de la hoguera de San Juan, quizás más por la influencia gallega que de la mediterránea. Nos va el conjurar espíritus y dioses ancestrales, aunque la mayoría todavía se declare católica a Dios gracias. Los ritos en una zona de cultura antigua, como nuestro Bierzo, es lo que tiene.
Y mientras echamos al fuego simbólicamente todo lo malo transcurrido, solicitamos nuevos y renovados augurios para el año climatológico que comienza. Siempre el fuego, purificador y enigmático presente en nuestras retinas. De paso, podemos pedir que la política se calme un poco; bueno la política no, los que la ejercen, pues andan muy alterados en estas primeras semanas de calor y estío.
Al nuevo Gobierno que brotó de una traición, ya saben, judas era vasco; le pedimos que sigan adelante con los planes de un ferrocarril de más velocidad que nos una con los puertos gallegos y el resto de la meseta, aunque sea dentro de 20 años. Que la autovía a Orense comience de una vez por todas. Que encuentren, porque tiene que haber, el pequeño hueco a la minería nacional dentro de los gigantes energéticos. Que no paren las obras y planes para nuestros campos y ríos, pues la sagrada tierra ha demostrado ser, una vez más, lo mejor que tenemos en la industria agroalimentaria. Que den una solución definitiva a la Ciuden que no sea echar el candado definitivo, ni el coladero de enchufados que en su mejor etapa fue. Que cooperen con la Junta y con los ayuntamientos a combatir el desempleo, la despoblación y reforzar nuestra primera puerta a los servicios públicos: los municipios. Porque en un entorno rural como es este, con pequeños brotes industriales dignos de ejemplo, la figura de los alcaldes se nos vuelve chamanes, santeros y pastores de una grey muchas veces maltratada o ignorada en otras por la política grande, la nacional, la que abre y cierra los telediarios.