Riancho, el carro de las rodadas blancas

El rentero del tiempo adivinó que , algunos hombres, moverían las agujas de un reloj cansado.., para así , ir encontrando su destino.

Así fue como , Ángel Riancho Diego de veintiocho años de edad , un quince de Marzo del año de 1920 , abandona su pueblo en Santander para emigrar a Paris en busca de trabajo.

Ocho años después, el destino, traería sus pasos a la ciudad de Astorga, donde trabajará como ayudante en el antiguo hotel Moderno, bien conocido en la ciudad .

Pero no tardó mucho tiempo en emprender , junto a su mujer, uno de los negocios que recordaremos siempre grandes y pequeños , en aquellos infinitos veranos e inviernos.

De los tres hijos del matrimonio, uno , decidió seguir con el negocio de venta ambulante de helados y castañas.., llevando aquel carro blanco ,impregnado de emoción , allá por donde rodase .

Riancho , aquel hombre de boina negra y porte alargado …

Los recién instalados en la ciudad, aquellos que dejamos los montes y el barro fraguado en sus estrechas calles , las botas de atar de material recio , los tomillos y manzanillas en la colina cercana, los aromas de la hierba y la boñiga multicolor , las primaveras tempranas como la manzana de invierno, las pequeñas galochas colocadas a la puerta de la única escuela…!!

Aquellos que despertábamos como aquel reloj cansado , que no quería despertar, y amanecer despacio con la nostalgia enredando las mañanas , como se enredaban las judías de abuela en la huerta, pero no está!.

Si , allí quedó la nieve del último invierno, las vacas paridas corriendo calle abajo, los carros cargados del adiós , el yugo a la puerta desatao, y la guadaña del señor Agustin .., dormida .

Pero aquí no había nada de aquellas cosas , había otras , que desdibujaron los aromas y los ruidos, que adornaban de espumillón los baldíos apilados al devenir más extraño.

Los años parecen traer a mi recuerdo , aquel día que siendo tan niña , extendí mi manita para alcanzar un helado de aquellos ,de colores , que el señor Riancho acomodaba con tiento dentro del carro .

Despegar lentamente aquel papel pegado sobre el hielo naranja desvelando la mayor de las sorpresas, sujetando fuertemente el palito que sostenía el nuevo mundo entre mis manos.

Me pregunto, a menudo, a qué equivale aquel descubrimiento, e imagino que quizá, sería comparable a los barcos de papel que posaba en el río para que llegaran al mar , y que bien seguro , no pasaban del puente de Chana, o las ramas de avellano para que Noe hiciera silbatos.

Pero fuera así , o de cualquier otro modo , se me hará inolvidable aquel hombre amable, Riancho, que adornó de rodadas las calles empedradas , y dibujo en ellas el recuerdo de una bonita estampa.

Isasy Cadierno

5 comentarios en “Riancho, el carro de las rodadas blancas

  1. Que recuerdos tan bonitos aquel carrito de los helados en la Plaza Mayor y aquella máquina del tren con las castañas en la plaza de los taxis al lado del Banco Central….Riancho forma parte de la historia de Astorga y de tod@s l@s que tuvimos la suerte de conocerle ….Alguna vez propuse y creo que la ciudad de Astorga debería haber tenido un detalle con esta persona, su tren con las castañas y él en bronce deberían estar en la famosa esquina de la parada de los taxis, sería un bonito detalle y recuerdo…

  2. Que bonito escrito… Me acuerdo de aquel helado de naranja que madre mía lo que costaba quitar el papel, y por supuesto que no compartía con nadie …. Que sabor. Y estoy de acuerdo con Pedro un detalle de la forma más bonita de recordar la esquina que tan buenos recuerdos nos trae. Riancho patrimonio de Astorga, ya. Un saludo

  3. Riancho, para todos los que lo conocimos fue sabor a barquillos y obleas, olor a castañas en invierno y gusto a helados en verano.In memoriam

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