Como alcalde de Ponferrada y a título personal quiero mostrar mi más enérgico rechazo a la acusación, basada en una mentira y, por tanto, sin prueba alguna, vertida en su publicación por Ricardo Miranda en el artículo titulado ‘Orden, contraorden, desorden’, en el que, aparte de otras consideraciones de escaso fundamento, dice expresamente: “el Ayuntamiento de Ponferrada prohíbe la entrada en los edificios públicos con mascarilla de tela. El Sr. Ramón (Alcalde de Ponferrada) aparece en televisión con una de tela (o por lo menos lo parece), no se da cuenta de que está dando directrices contradictorias a los ciudadanos, si el Alcalde se la pone por qué yo no”.
Esa acusación, además de ser rigurosamente falsa, es totalmente inadmisible, pues desde que impusimos esa norma jamás he llevado mascarilla de tela. Y cuando digo impusimos me refiero que, aunque la decisión fue mía en última instancia, la tomé siguiendo la recomendación de los especialistas en enfermedades infecciosas, epidemias y salud pública del Hospital del Bierzo y de la Zona de Salud del Bierzo. Por ese motivo, tal acusación es tan grave y no se puede pasar por alto, pues está insinuando a sus lectores que la Alcaldía dicta normas que el alcalde no cumple.
El señor Miranda debe sopesar mucho sus palabras en esta materia, porque cada acusación falsa que hace tiene trascendencia, pues está incitando a quienes lo leen a desobedecer una norma que ha sido establecida por estrictos criterios médicos y sanitarios para proteger la vida y la salud de los ciudadanos.
Tal irresponsabilidad no puede tener cabida en un medio de comunicación serio, por más que se disfrace de opinión, porque las opiniones también pueden ser dañinas y, en este caso injuriosas, pues partir de un hecho supuesto, sin prueba alguna, para después fundamentar sobre él una acusación, en este caso una grave acusación de incumplir una norma en materia de protección de la salud y dar así un mal ejemplo a la población, es una imputación muy grave que merecería una rectificación inequívoca por el bien de todos.
Olegario Ramón Fernández