¿Por qué Villalar no representa a la mayoría de los castellanos y leoneses?

Cada 23 de abril, Castilla y León celebra su fiesta autonómica en conmemoración de la batalla de Villalar (1521), donde las tropas comuneras fueron derrotadas por el ejército imperial de Carlos V. En este evento histórico, los líderes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado fueron capturados y posteriormente ejecutados, convirtiéndose en símbolos de resistencia frente al poder absoluto. Sin embargo, más de cinco siglos después, esta efeméride sigue generando división y cierta indiferencia entre buena parte de la población de la comunidad autónoma. ¿Por qué Villalar no termina de representar a la mayoría de los castellanos y leoneses?

Una comunidad compleja y diversa

Castilla y León es una comunidad autónoma compuesta por nueve provincias con identidades históricas, culturales y sociales muy distintas. León, por ejemplo, conserva una fuerte conciencia identitaria ligada al antiguo Reino de León, y en muchas ocasiones ha mostrado su rechazo a una festividad que se asocia principalmente con el imaginario castellano. En otras provincias como Salamanca, Zamora o Soria, la celebración de Villalar es vista con distancia, como algo ajeno o forzado, más relacionado con el centro político-administrativo de la comunidad que con su sentir popular.

Una festividad con escasa implantación popular

A pesar de los esfuerzos institucionales por impulsar Villalar como símbolo de unidad autonómica, lo cierto es que el día de Castilla y León sigue sin calar profundamente en la ciudadanía. Fuera del ámbito político, sindical o académico, la participación en los actos conmemorativos sigue siendo limitada. Para muchos ciudadanos, el 23 de abril no tiene un significado emocional o festivo comparable al que pueden tener otras fiestas autonómicas como el Día de Andalucía o el Día de Galicia.

Una conmemoración centrada en la derrota

Resulta paradójico que la fiesta autonómica conmemore una derrota militar. Aunque la figura de los comuneros ha sido reivindicada como ejemplo de lucha popular, también existe la percepción de que celebrar una derrota no transmite un mensaje optimista ni integrador. La batalla de Villalar, además, no es un acontecimiento que forme parte del imaginario colectivo de todas las provincias, lo que contribuye a esa desconexión emocional.

Carencia de un relato común

Uno de los grandes desafíos de Castilla y León es la falta de un relato común que articule su diversidad y refuerce un sentimiento de pertenencia. Villalar, en lugar de ser un punto de encuentro, ha acabado simbolizando las tensiones identitarias internas de una comunidad donde aún se discute sobre su legitimidad como proyecto compartido. En ese contexto, imponer una festividad con escasa transversalidad solo refuerza la sensación de que se celebra “desde arriba” y no desde el pueblo.

¿Y si repensamos el modelo?

Plantear una revisión del modelo de celebración no implica rechazar la historia comunera ni su significado democrático. Más bien, invita a buscar nuevas formas de conmemorar la identidad autonómica que resulten más inclusivas y representativas para todas las provincias. Tal vez un enfoque más cultural, menos politizado y con mayor arraigo local podría ayudar a construir una festividad más viva, más compartida y más respetuosa con la pluralidad de Castilla y León.
Villalar no deja de ser parte de nuestra historia, pero su conversión en símbolo autonómico sigue siendo un asunto discutido y, en gran medida, distante para muchos ciudadanos. Quizás ha llegado el momento de repensar qué tipo de celebración queremos y qué valores queremos que represente. Es por ello por lo que es de agradecer que la Junta de Castilla y León intente el formato de varias celebraciones simultáneas en distintos puntos de la Comunidad con actos culturales y musicales. Algo es algo.

Publicado en Heraldo 

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