Pelé

El fútbol nos ha atenazado. Un mundial en los suburbios del año, la entronización del nuevo rey y el fallecimiento de un monarca emérito, se han encadenado para que uno de los monotemas sociales no conceda respiro en el lapso bíblico de cuarenta días.

Me gusta el juego de la pelota guiada por los pies, y tal cúmulo de acontecimientos, no  puede escapar a ojos que pretenden visualizar este deporte más allá de los forofismos, aunque tenga esa militancia que nace con uno. Es un atributo del fútbol la inexplicable causa del por qué un escudo y una camiseta.

La muerte de Pelé ha dejado en un solo naipe el repóker de los reyes de la baraja futbolera. Pelé, O Rei, fue el primer coronado, aunque el segundo en la cronología de este Gotha, tras Di Stéfano. Les siguieron Cruyff, Maradona y Messi. Por ahora, lista cerrada.

Pelé me hizo entender que el fútbol  podía encerrar el arte de lo concebido como imposible. Eran ráfagas de genialidad que todo buen aficionado guarda en la sesera como una experiencia visual única y para toda la vida. No hace falta estar ante el televisor para retener la cátedra de domino de balón en uno de sus goles de la final del Mundial de 1958 en Suecia. Tenía diecisiete años.

En la vara de medir al más grande del prodigioso quinteto, los arrimadores de ascuas a sus sardinas ya han proclamado que Messi, con la conquista del último Mundial, es la fabulación de la historia. Lo ponen fácil; si ese es el calibre, el que mayor lo tiene es el astro brasileño: un trío consiguió. Gana el envite.

Pelé fue visualizado en blanco y negro, la doble tonalidad de la televisión de su  esplendor. Pelé era seguido, todo lo más, por tres cámaras a ras de césped y una tecnología rudimentaria de transmisión. Es un retrato inacabado ante el color y la visión poliédrica de Maradona, y no digamos, Messi. O Rei era un ídolo local, frente a los que le siguieron, beneficiados por la globalización del espectáculo televisivo. La crónica en imágenes de Pelé es un cuaderno, la de sus sucesores, una enciclopedia. Pelé es el muerto en el hoyo; Messi, el vivo en el bollo

De lo que no hay discusión es que son reyes por cambiar el signo de sus tiempos futbolísticos, mucho más que por el muestrario de sus títulos y trofeos.

ÁNGEL ALONSO