Papel higiénico futuro

La primera referencia documentada sobre el papel higiénico nos conduce –cómo no– a China. Allí, a finales del siglo XIV, la familia imperial ya lo utilizaba, e incluso se fabricaba para usuarios de ilustre prosapia a partir del arroz. En esta cuestión del aseo personal trasero es preciso reconocer el liderazgo de la civilización mandarina. Mientras que en Grecia y Roma lo más socorrido era emplear una esponja empapada en vinagre o agua salada –por su poder desinfectante– sujeta a un mango y muy parecida a la actual escobilla, denominada ‘tersorium’, los chinos fueron capaces de envolver un palo de bambú con hojas de papel o tela para estos menesteres hace unos dos mil años. Sin duda, ya apuntaban maneras. La producción industrial de tisú comenzó en la segunda mitad del siglo XIX en Estados Unidos. Desde entonces ha avanzado para dejar atrás las convencionales hojas de periódico o pasquines, pero con diferencias por lugares y clases sociales.


En la película ‘Un franco, 14 pesetas’, interpretada por Carlos Iglesias y Javier Gutiérrez, vemos cómo un inmigrante español llegado a Suiza para trabajar, en pleno franquismo, alucina con la limpieza de las calles, la libertad de bañarse en pelotas en cualquier caudal de agua y la existencia de papel higiénico en el servicio. Pues ahora Europa, aliada con la valorización de los residuos propia de la economía circular, quiere impulsar el papel higiénico de paja. No es broma. El Banco Europeo de Inversiones, en su compromiso con el desarrollo sostenible, apoya el proyecto de un grupo empresarial que lo viene produciendo tanto para uso en cocina como en cuartos de baño. La gran ventaja del empleo de la paja de trigo, frente a las fibras vírgenes o recuperadas procedentes de la madera, radica en que exige menor gasto de energía y agua para su obtención, por aquello de la huella climática, y se respetan los árboles. En cuanto a las prestaciones, dicen los promotores de esta iniciativa de innovación que posee la misma resistencia y suavidad.

Mientras sobre paja de cereal en el campo, fibra básica para la alimentación animal con un 35 por ciento de celulosa y escasa proteína bruta, es una opción que también puede tener interés en Castilla y León. Conviene recordar que este año, por la sequía, el codiciado forraje de mantenimiento se ha puesto por las nubes y, de hecho, alguna organización agraria ha reclamado que no se permitiera su uso para biomasa ante los problemas de suministro a la cabaña pecuaria. Así debería ser: fijar un orden lógico de prioridades sin perjudicar al destinatario original. Primero, el ganado. Después, el rollito de papel, bajo la marca Tierra de Sabor, mejor dicho, de Olor con ese fragor único de la rastrojera mojada, o de Tacto. Puede haber nicho de mercado, porque somos una potencia cerealista, y la lógica impone aprovechar todos los subproductos agrarios. Ahí lo dejo, emprendedores.

Ignacio Miranda Peña

ABC