Otoño frío

Cuando gobierna la derecha, los otoños siempre son calientes y cuando gobierna la izquierda ocurre lo contrario, es decir, que los otoños son fríos. El que está a punto de comenzar se va a caracterizar, precisamente, por las bajas temperaturas, tanto sociolaborales como climatológicas. Ello se debe a dos factores, por una parte, al mantenimiento del estado de hibernación subvencionada en que se encuentran las centrales sindicales y, por otra, a los elevados precios del gas y demás combustibles fósiles, que solemos utilizar para soportar los rigores invernales.

Como en otras materias, en este asunto, el gobierno y la oposición no están buscando soluciones conjuntas y dialogadas, sino que dedican sus esfuerzos a la descalificación y al planteamiento de medidas de corto alcance que pueden servir para salir del paso, pero no para superar los graves problemas planteados, invocando la guerra de Putin o el cambio climático cuando necesitan justificar inoperancias o ineficiencias.

El gobierno alemán ha decidido enviar a Canarias a sus jubilados, con una pequeña subvención, para que pasen los meses más fríos en las islas afortunadas, evitando de esta manera sus neumonías y, de paso, sus protestas. Eso sí, antes de esta ocurrente medida, el gobierno de Olaf Scholz ya había decidido la reapertura de algunas explotaciones de carbón y el alargamiento de la vida útil de sus centrales nucleares, para contrarrestar las graves consecuencias que se van a derivar del cese definitivo en el suministro del gas ruso.

Aquí, en nuestro amado país, no va a ser posible ni la resurrección de la minería del carbón ni mucho menos el mantenimiento excepcional de las centrales nucleares, porque para eso somos la reserva ecológica de Europa y parte del extranjero. Por ello, ya han empezado a surgir iniciativas para que los españolitos podamos pasar el invierno en unas condiciones medianamente confortables, sobre todo, aquellos que vivimos en una tierra que, según el viejo chiste, solo tiene dos estaciones: la de Renfe y el invierno.

Por cierto, las propuestas `anti fríos invernales ‘más interesantes que se han dado a conocer hasta ahora tienen su origen en nuestra querida Maragatería. La primera es la incorporación inmoderada del cocido a nuestros menús diarios y la segunda es el uso en los hogares, también generalizado, de los acreditados cobertores del Val de San Lorenzo. Tanto los garbanzos Pico Pardal, con sus sabrosos aditamentos, como las mantas valuras, todavía fabricadas con procedimientos artesanales, nos pueden aportar las calorías que antes nos proporcionaba el gas o el gasóleo de calefacción, cuando no había problemas ni de precios ni de desabastecimiento.

Lo de la recuperación de la minería leonesa, como decía un poco más arriba, es un sueño imposible, pero si con la compra de las mantas, además de calentar nuestras noches -dicho sea sin doble intención-, conseguimos el rescate de los tradicionales telares del Val, pues mucho mejor.

Precisamente, el otro día, una importante cadena de televisión difundía un reportaje en el que se daba cuenta del incremento de pedidos que estaban registrando los fabricantes de mantas, que todavía trabajan en el Val, ante el amenazante invierno que nos espera.

Creo que estamos en el buen camino. Solo nos falta otro reportaje, en el que el reconocido chef  Dabid Muñoz glorifique los sabores y capacidades calóricas del cocido maragato -a 365 euros la ración- para que nuestra más caracterizada aportación gastronómica alcance extraordinarios niveles de conocimiento y desarrollo, con lo que ello también tiene de positivo para nuestra tierra.

 

Ángel María Fidalgo