Noticias

La rutina de informarse se ha convertido en misión de alto riesgo. Leemos el periódico, oímos la radio, vemos la televisión o trasteamos en la digitalización prevenidos como si manipuláramos material altamente radiactivo.

Vivimos instalados en la sobreinformación. Con las noticias hoy sucede como con los bufés rebosantes de manjares que no llegan a abarcar nuestro ángulo de visión y asimilación. Con razón se dice que tanta comida llena antes el ojo que el papo. La apariencia de saciedad mitiga el hambre en el subconsciente. Algún mercadotécnico ha explicado de esta manera el éxito comercial de los autoservicios.

No creo que al ser humano le haya abandonado la necesidad de sentirse informado. Es consustancial a nosotros. Señales de humo, el tam-tam de los tambores, los silbidos, han sido recursos para interconectarse las comunidades más primitivas. Dar la noticia ha sido y es profesión de alto riesgo. Es el segundo oficio con más mortalidad en su desempeño.

El primer corresponsal fallecido en acto de servicio, que conozcamos, fue el ateniense Filípides, que recorrió a tracción de sangre los más de cuarenta y dos kilómetros entre el campo de batalla de Maratón y Atenas, para dar la noticia de la victoria contra los persas. Dicha la buena nueva, murió exhausto. Compartir la exclusiva con el público es el éxtasis del periodismo.

De siempre un factor ha acompañado la noticia: la sospecha de mentira. Verdad y bulo, en el periodismo, son como hermanos siameses para los receptores. Imagino que siempre se han confundido, por el hecho inapelable de que información y propaganda están separados por un filamento imperceptible. Eso hace que la credibilidad sea el ingrediente básico del guiso.

La concurrencia de medios, canales y formatos hace difícil, por no decir imposible, separar el grano de la paja. Leer, oír y ver ahora las noticias se hace símil de descifrar un jeroglífico enrevesado. La información pura se ha encastrado con la opinión, y ésta, con el espectáculo. Dicha coctelería emborracha la credibilidad vital para el oficio.

El papel fue soporte fiable. Obligado llenarlo con testimonios oculares y presenciales, a la vez que se asimilaba en las coordenadas de la mente. La entrada de la voz sujetó la credulidad al subjetivismo del oído. La imagen apartó la esencia para dotarse de presencia. Las redes sociales son la vía de agua abierta a las mentiras. No tiene vuelta de hoja: en las multitudes se hace la confusión.

ÁNGEL ALONSO

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