De las artes, la música resulta la más evocadora. Todos identificamos una etapa de la vida por una o varias canciones que oídas, pasado el tiempo, años o décadas, sin vara de medir exacta, hace viajar en el tiempo con el cálculo mental de unas horas, unos minutos. El cometido de la musa Euterpe es una de las fuerzas más poderosas, intensas y sentimentales de la memoria.
La música es dúctil. Difícil es que rechace la compañía de un adjetivo o la convivencia pacífica entre sinónimos y antónimos. La hay clásica y moderna, también romántica o frívola, celestial o estruendosa, meditabunda o danzante, tradicional o progresiva. Al mismo tiempo que especula con alegrías, puede hacerlo con desengaños. También presenta los argumentos del amor y del desamor en sus polifacéticas vivencias. Muchas emociones se citan puntualmente en esta manifestación que se recoge en el sentido del oído, se enaltece en el pálpito del corazón y se guarda para siempre en el cofre del cerebro.
Es maravillosa la propiedad que tiene de fotografiar rostros que acompañan toda una vida. A nadie le falta una o varias canciones en su vida asociadas a la faz de los primeros sucesos de la existencia, de los arrobamientos estrenados o de las desobediencias nacientes. ¿Quién olvida la pieza que sonaba en la experiencia de una declaración amorosa?
La música es una sensibilidad pareja a la de la palabra. Sin el concurso de la letra una sinfonía o una melodía, cuenta historias que saben traducir el oído y la imaginación en una colaboración sin parangón. Ella transporta al baile, que tanto tiene en el mundo humano de gemelo de los cortejos enfebrecidos de la naturaleza y el instinto en el reino animal.
La lectura de los pentagramas ha servido como himnos de libertades, de ruptura de las cadenas. Sería prolijo numerar las músicas que despertaron conciencias de rebeldía en todo el mundo. La armonía de una trompeta, de un violín, de una guitarra, de cualquier otro instrumento. Es compañera inseparable de los libros abiertos y del sarpullido alérgico de los sátrapas.
Mientras escribo, escucho música ¿Un recurso creativo? Lo será por su provechosa complicidad. El ejemplo fue una coincidencia involuntaria. He oído una de las centenares versiones del Yesterday”, de The Beatles. Precioso y descriptivo título para una creación musical que reitera y se solaza en la creencia del ayer. La música son los muchos y variados capítulos de mis ya lejanos ayeres.
ÁNGEL ALONSO