Sabido es que el movimiento político y mediático suscitado a cuento de la moción proautonomía del Viejo Reino acordada en la Diputación de León por el PSOE y la UPL sigue alimentando el noticiario veraniego de Castilla y León. Nadie, en realidad, da un euro porque el nuevo reclamo lleunesista alcance el acuerdo necesario para dar la vuelta a una situación aprobada, puesta en marcha y que en el sistema no se puede dar por lo cerrada que se dejó esta opción. Por definición, todos los leoneses nos sentimos leonesistas hayamos nacido en León, en Maragatería o en el Bierzo, por citar zonas de alta identidad e idiosincrasia.
La herida en el viejo León ya no sangra, pero la cicatriz a veces pica y necesita una pomada en forma de buenas noticias y el cariño que muchas veces le falta. Eso es cierto. Hay quien alimenta la leyenda urbana en la que se dice que “jamás existirá un presidente de la Junta leonés”. Después de ver a dos bercianos presidentes de la administración más repesentativa de la provincia como lo es la Diputación y no pasar nada, no hay lugar para tonterías así.
Lo que sí es cierto, mal que pese a quien le pese, que declarar: “votar al PP es votar contra el leonesismo del nuevo socialismo leonesista” es un un argumento que da munición para el centroizquierda escorado a la vertiente regionalista que ha encontrado un nuevo caladero de votos en el leonesismo. Y las negociaciones para que un futuro corredor desde el centro de Portugal pasando por Salamanca y de allí a Valladolid ha encendido la alarma entre toda la clase política que ve el manoseado “corredor atlántico ferroviario” relegado al sine die. Parte de Lugo, Orense, Bierzo y Zamora ven cómo se crea poco a poco una bolsa geográfica sin modernas comunicaciones por tres y carreteras. La condena a la despoblación, a la implantación de empresas y, en definitiva, a todo lo que conlleva el aislamiento geográfico en un mundo hiperconectado y globalizado está a punto de convertirse en una realidad.
Éstas y otras cosas no menores están dando oxígeno a una zona de Castilla y León donde el color político oscila del rojo al azul cíclicamente. El líder que cumpla su palabra logrará la victoria finalmente.