Como no estaba seguro de que lo que se ha visto y oído sobre la alcaldesa de Móstoles era real, me he tenido que pellizcar varias veces a ver si estaba despierto ¡lo estaba! No era un sueño, desde el aparato del partido se instó a la alcaldesa a revocar una serie de nombramientos arbitrarios, digitales, que casualmente habían caído en sus familiares, pero parece ser que no solo están en la red de nepotismo los que han sido cesados, hay algunos más. El presidente regional del partido invoca a la Comisión regional de ética y todos los cuadros se rasgan las vestiduras, “intolerable” dicen unos, “una vergüenza” otros, los golpes de pecho han elevado la contaminación acústica de Madrid, mucho ruido, veremos si hay nueces.
Indigna que esta noticia salte a las primeras páginas como si esto del nepotismo fuera algo nuevo, como si lo de colocar al cuñao, al amigo, a la prima o al hijo del portero se acabara de descubrir ¡Eureka! habrá gritado el secretario general regional convencido de su descubrimiento para, correr hacia la oficina de patentes a registrarlo.
Desgraciadamente asistimos a un nuevo plagio, el nepotismo no es nuevo, de hecho, podemos encontrar su significado en el diccionario: “nepotismo: Trato de favor hacia familiares o amigos, a los que se otorgan cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos.” Seguro que conocen más de un caso, seguro que conocen más de un organismo vacío de funciones en los que los políticos de turno han repartido y reparten entre sus deudos el dinero público, no hay que ir muy lejos basta con repasar los cientos de empresas públicas dependientes de ayuntamientos que se han creado única y exclusivamente para colocar a la esquela, ya saben: hermanos, sobrinos, primos, nietos y demás familia.
Bienvenidos sean, aunque se puedan enmarcar en la categoría de plagio, todos los golpes de pecho y camisas rotas que ha generado el descubrimiento de las malas artes de la alcaldesa de Móstoles, malas artes que tuvo la oportunidad de aprender desde el año 2003 hasta el 2019. En tan dilatada carrera, 16 años, ha tenido tiempo, por lo menos, para hacer un máster en “Conservación del cargo público” máster de reconocido prestigio y que ostentan todos los políticos españoles, este, junto con el “Máster de la moqueta”, se fusionaran próximamente en uno nuevo denominado: “De la moqueta al sillón” muy solicitado por las nuevas generaciones de todo el arco parlamentario.
Las nueces que debería de haber después de tanto ruido tendrían que materializarse en una modificación sustancial de los estatutos de los partidos políticos, modificación que debería de poner en valor la tan denostada democracia interna mediante el establecimiento de límites temporales a la permanencia en los cargos. Hacer de la política un empleo vitalicio y bien remunerado solo produce caciques, caciques que para mantenerse en los cargos tejen redes clientelares a golpe de prebendas, prebendas que, para colmo de la poca vergüenza, se pagan con dinero público, ora vía adjudicación de obra pública, ora vía empleo público.
En la práctica la clase política no vive en democracia, vive encastillada, enclaustrada, emparedada en las instituciones, instituciones a las que poco importa la realidad social, instituciones que se crean y sostienen con dinero público sin importar su utilidad social, instituciones en las que el inútil laberinto burocrático obliga a los ciudadanos a interminables trámites, instituciones que, salvo rarísimas excepciones, son nidos de nepotismo, nidos de las numerosas esquelas, nidos de: hermanos, primos, sobrinos, nietos y demás familia. Históricamente este tipo de situaciones no ha acarreado nada más que desgracias, si no se remedian, los más desfavorecidos asaltaran esos nidos exigiendo que se les trate igual que a las esquelas. Y tendrán razón.
Juan Pedro Martínez Bastida