Morir con dignidad

En una legislatura sin posibilidades de adoptar medidas de calado, se sustituye la acción de gobierno por la presentación de leyes gestuales de low cost, pero que menoscaban la persona, la sociedad y la convivencia, aunque la propaganda se ejerza en sentido contrario. Es el caso de la proposición socialista para legalizar la eutanasia (provocar la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable), que no indica una orientación ideológica y progresista (el consenso será amplio), sino que refleja una moda, el escapismo de una sociedad egoísta, que no soporta el sufrimiento y siente como pérdida de tiempo la aplicación de remedios paliativos, que obligan a acompañar a los terminales.

Mientras el proyecto se tramita, visito a un amigo al que han diagnosticado una enfermedad dolorosa y terminal en pocas semanas. Me dice acongojado: «No puedo trabajar con estos dolores, he anulado presencias en congresos y cancelado reservas de viajes; tampoco puedo moverme de vacaciones. No quiero aceptar morir con cuidados paliativos, porque te convierten en un vegetal; la única solución digna es el suicidio». Los amigos preferimos verte tan luchador como siempre y recordar tu entereza. Días después: «De mi salud prefiero no hablar, sí de mi emoción por los médicos de cuidados paliativos que me tratan como una persona y no como a un paciente. La de los paliativos me llama y sigue; el especialista se porta como un amigo y viene a verme, aunque no tengo remedio; mis amigos y amigas, me acompañáis con mail y visitas. Espero morir con dignidad; ya no pienso en acabar con mi vida porque sería indecoroso». Un cambio: la diferencia entre muerte asistida y asistir en la muerte; y se recuperan dignidad, solidaridad y no tratar al enfermo como objeto.

José Gabriel López Antuñano

ABC