Mesa de incontables patas

Primero fue un anuncio de movilización social a través de los interlocutores laborales, esto es, los sindicatos. Todos a la manifestación por el futuro de la provincia de León. Al socaire de esta manifestación se unieron otros temas como la separación hacia una autonomía propia, la comarcalización efectiva con competencias del Bierzo, la lucha por la reindustrialización, las comunicaciones abandonadas a su suerte, el feminismo…

Sólo faltó la petición de Indicación Geográfica Protegida para las lentejas del sur de León, que ésa vino formalmente días después.

Las movilizaciones tuvieron también como eco las tractoradas míticas de protesta agraria, volviendo a los tiempos de los años 80 con una entrada en Europa cicatera con la riqueza agrícola y ganadera de estas nueve provincias y media. Un deja vú pasó por la mente de muchos castellano y leoneses.

Y ya, por fin, la mesa por León se constituyó. No había sitio ni para un mísero taburete más. Allí estaban todos los que representan algo en la provincia y sin embargo, el periodista echa en falta la Universidad, porque si se trata de moderar, valorar y luego invertir lo que se consiga, nada mejor que el intelecto sin contaminar con luchas políticas, de clase, institucionales…

La Mesa no es la redonda del rey Arturo. Hay muchos gallos y pocos realmente facilitadores de dineros, que es de lo que se trata, para inversiones calculadas con retorno en la provincia leonesa. Ahí estuvo acertado el representante de UGT, que vino a decir que sin presupuesto no se puede hacer nada. La Diputación y la Junta de Castilla y León, con Morán y Carriedo respectivamente, pasaron por el alambre de puntillas y mirando al nuevo delegado del Gobierno de España, Javier Izquierdo, que como última y mayor administración fue señalado con la mente y la vista por todos los sentados a la mesa. Izquierdo, como Jesucristo, repartió esperanzas y promesas de ayudar en lo posible con los muchos proyectos que aguardan sine die en la lista de afrentas a León. Se viene un poco a la mente el Tratado de Versalles, inútil y ofensivo para el perdedor.

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