Dejamos atrás un 8M más, en el que la reivindicación por la igualdad entre hombres y mujeres ha vuelto a ser protagonista en redes sociales, medios de comunicación y en las calles de numerosos pueblos y ciudades.
El movimiento feminista ha acudido dividido en algunos casos pero esto no resta un ápice a la importancia de este día. Quienes quieren resaltar esa división, en su mayoría, son personas poco o nada comprometidas con la lucha por la igualdad. Hemos visto recientemente como el campo protagonizaba movilizaciones por separado: unas supuestamente espontáneas, otras convocadas por las Asociaciones Profesionales Agrarias y otras lideradas por la unión de asociaciones vinculadas al sector primario. A pesar de esto, no he visto yo que se perdiera demasiado en tiempo en cuestionar el fondo del asunto.
Lo cierto es que todavía pesan siglos de conductas y pensamiento discriminatorio hacia nosotras que repercute en el día a día de nuestra sociedad. Sigue habiendo, por ejemplo, más dificultades para las mujeres en el acceso al mercado laboral. Nuestro desarrollo profesional se estanca, muchas veces, porque el mejor momento para progresar en ese camino coincide con el último momento para ser madre. Y se nos coloca en la obligación de tener que elegir. Esa elección a muchas nos pesa, nos hace sentir culpables y no siempre se hace con total libertad sino presionadas por el entorno familiar y social.
Se están tomando medidas desde las administraciones públicas dirigidas a crear recursos que faciliten la conciliación entre la vida personal, familiar y laboral pero mientras sigamos obligadas a elegir, los recursos son insuficientes.
También en la empresa se están dando cambios interesantes. Brindo por esas que hacen las mismas preguntas en sus procesos de selección a hombres que a mujeres, por esas que no penalizan las lagunas que hay en nuestra vida laboral, por esas que no se asustan al contratar a madres con niños pequeños porque saben del alto nivel de autoexigencia para cumplir objetivos y saben que nuestras responsabilidades familiares y nuestra motivación para compatibilizar maternidad y trabajo nos convierte en personas con habilidades valiosas para el trabajo en equipo, para aguantar la presión, para planificar…
Pero no siempre es así. Por eso el 8M sigue siendo necesario y a partir de él, los siguientes 365 días hasta el próximo, tienen que ser días de reivindicación, de denuncia y de propuestas para conseguir la igualdad real. Hay tajo, queda mucho por hacer y, sí, merece la pena seguir.
parece que el sufflé afortunadamente está bajando. El pinchazo de este año ha sido notable. Por suerte también parece que parte de esta sociedad adormecida se está empezando a despertar y darse cuenta de que el feminismo está haciendo un daño terrible a la sociedad. Palpables son los casos de hombres que se autoperciben mujeres para poder beneficiarse de los privilegios, y recalco lo de privilegios, que les brinda el demente sistema legal español y ello a pesar de que deja bien claro en su constitucion que todos somos iguales ante la ley sin importar el sexo entre otras razones. Esto es lo que pasa cuando pones a legislar a sectarios incompetentes recién salidos de facultades, o más bien de sus jardines donde se pasaban la mañana fumando porros.
¿Un daño terrible a la sociedad? El daño a mujeres, niñas, niños, que son asesinados, violadas/os por sus padres, hombres, eso si que produce daño. También produce daño, los machitos que no quieren perder los privilegios que creen tener. Tiene usted miedo a las Feministas, porque sabe que ellas son las que le van a quitar a usted esos privilegios, ¡¡vaya, que pena!!
Sra. Marqués, estoy de acuerdo con usted en eso de que hay que seguir, pero los puticlubs abiertos, no vaya a ser que colegas de su Partido, que se sienten arropados en dichos Centros de trabajo, se vean cojos de sus aficiones primarias.