¡¡Qué bárbaro!! ¡¡Cómo se cotiza en el mercado de las infamias el precio de las mentiras!! A 787,5 millones de dólares la resma. Es la cantidad que ha aceptado pagar la cadena estadounidense Fox News, en concepto de indemnización, para evitar el juicio por querella de la empresa Dominion Voting Systems, citada por el grupo informativo del magnate Rupert Murdoch, en un posible trucaje de los resultados que impulsaron a Joee Biden a la Casa Blanca en perjuicio de Donald Trump. Aquí paz y después gloria. El mundo se queda con la peor mentira: la verdad incompleta.
La trola monda y lironda vive una época esplendorosa … para ella y sus troleros. Incontables son los canales por donde se cuela con impunidad. Porque, pese a esa cifra mareante, el engaño ha pagado su rescate para seguir haciendo de su capa un sayo y confundir más en el despiste bien programado de las conciencias y las rebeldías con causa.
Recitando esa cifra de 787,5 millones en la divisa imperial es inevitable hacerse la pregunta de lo que puede tapar en otros engaños, avenirse a pagar sin rechistar esta barbaridad de dinero. De siempre, el precio del silencio ha sido caro
La moraleja es que la mentira será artículo de lujo emparejado a objetos que solo con el garabato de una firma icónica facturan millonadas. La sabiduría popular enseñaba que mentir no sale gratis. Ejemplo palmario, éste. Pero lo de la Fox es lectura en clave de negocio – no de coerción y corrección – para preservar un fondo de comercio de bulos que se sospecha más rentable que el que ha puesto en el escaparate.
La verdad ha quedado relegada a artículo de mercadillo y a mercancía de charlatanes con el precio, valor y prestigio de la quincalla. Y eso que demostrarla, según dicta la historia, puede abonarse con la factura de la libertad o la propia vida. Tasen esos valores: son grandezas de la humanidad.
El mercado no tiene más ley que la oferta y la demanda. Verdad y mentira son hoy mercancías. Con ellas se trafica. La primera ni tiene oferta ni tiene demanda en tiempos, los actuales, que oír, ver o leer lo molesto irrita y, por tanto, no vende. La segunda, todo lo contrario, gana en ambas, porque está diseñada para complacer al propio y descalificar al contrario. Se la disputan a cara de perro los emisores y los receptores.
ÁNGEL ALONSO