Más de un mes sin que los maragatos den las horas del reloj

Hace algo más de un mes, el 20 de febrero, el actual gobierno municipal del PP tomó la decisión de adjudicar a una empresa palentina Noropal “la reparación y restauración del reloj del Ayuntamiento, cuya maquinaria presenta diversos desperfectos en su funcionamiento”. Existe un primer pliego de contratación, en el que consta que se hará el “traslado a los talleres de Noropal SL en Palencia, donde se llevará a cabo la restauración bajo condiciones controladas”, por un importe de 10.587,50 euros; sin firma de técnico que lo suscriba. Y existe un segundo pliego de contratación a continuación, retirado, con igual texto, igual importe económico pero sin el párrafo en el que figuraba la empresa palentina. Finalmente remiten a tres empresas la propuesta con el pliego: a la palentina, y a otras dos, una de la ciudad y otra de fuera cuyo trabajo habitual es la restauración arquitectónica de patrimonio. Es obligado, aunque se trate de un contrato menor invitar para la obra a tres firmas industriales, sin embargo, en cuanto al “trajín” de un pliego y sus condicionantes, con el nombre de una empresa (que será la adjudicataria), y otro pliego ya sin ella y con igual importe y texto, en fin…

No obstante, es comprobable que es difícil encontrar empresas con competencia para hacerse cargo de este servicio, dada la peculiaridad de este antiguo reloj, entre los denominados “de torre”. Ha contado Astorga con tres relojes en su casa consistorial, el primero de Bernardo Francos (a quien debemos la idea de acompañarlo de los autómatas maragatos”), de 1748, uno segundo de Bartolomé Fernández, de 1807, el cual estuvo en funcionamiento hasta el tercero, fabricado por la empresa Murua, y montado, con nuevos maragatos, en 1974, por la empresa local Díguele. Los tres relojes requieren un mantenimiento continuo, máxime con dos autómatas (los maragatos), de limpieza y engrase, de ajustes, por ello han sido, desde el principio, relojeros locales los que han realizado esta labor municipal, habitualmente heredada de padres a hijos. Por poner un ejemplo, cuando se jubila, anciano, después de 40 años de servicio, en 1859, el relojero Felipe Redondo, el Ayuntamiento acepta la sustitución por su hijo Guillermo. Así ha venido sucediendo con la familia Díguele, con la ventaja para la ciudad de que al habitar frente al reloj consistorial ha venido estando día y noche al tanto de su funcionamiento, o reparación en su caso.

El día 21 del pasado febrero, según fotos publicadas por el actual gobierno municipal del PP, hemos visto cómo han sido desmontadas las piezas del antiguo reloj, en una imagen que entendemos penosa, por innecesaria. Lo que aduce para su total desmontaje, entendemos carece de fundamento, porque se aventuraría una fabricación defectuosa o con piezas ya desgastadas (ya es difícil presuponer, por ejemplo, holgura en los rodajes, cuando son de bronce; o plantear una sustitución general de la red cuando hace escaso tiempo por otro empresario local fue reemplazada). Dicho de otra manera, antes y ahora, lo que precisa el reloj es un mantenimiento continuo, y si alguna pieza hubiera de repararse, o ser sustituida periódicamente tal labor se venía haciendo desde hace cientos de años en los propios talleres de los relojeros, en el caso de la familia Díguele, también. El Ayuntamiento ha de conservar este reloj, que no deja de ser un tesoro, dada la inutilización de tantos en España de su clase. El contrato de mantenimiento (para su engrasado periódico, su limpieza, sus ajustes…) ha de ser duradero y no puede andar en un reloj de estas características cualquiera, y cambiar de titular cada poco tiempo; así se decide con otros, como el de la Puerta del Sol. Si alguna justificación hay para contrato de exclusividad en cuanto al mantenimiento es este reloj (¡nada que ver con el contemplado para la iluminación de serie de la Navidad!).

Lo que no ha ocurrido en más de 200 años sucede ahora con el reloj municipal, parado más de un mes. Y fijado en las doce campanadas para cabreo de visitantes que acuden a esa hora a la Plaza; pasan minutos, esperan y esperan, y como no saben por qué no dan la hora los maragatos marchan enfadados. Devuélvanse todas las piezas del reloj a su habitáculo cercano a las campanas y por la empresa local Díguele vuelva a ser montado de nuevo; sin duda, no dudamos siquiera que no precisa el numerar piezas, ni nada similar, saben de sobra identificar cada una y dónde han de ir emplazadas. Sufráguese lo pendiente a esta familia de tan larga tradición en la relojería astorgana y garantícese la continuidad de su servicio, será a la larga más económico y eficaz; y seguirá siendo, como siempre, netamente astorgano. Y ello, por nuestra parte, sería sin reclamación sino con asentimiento.

Grupo Municipal Socialista

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