Mañueco, un animal político

La vida del candidato del Partido Popular a presidente de la Junta de Castilla y León es el tránsito de un hombre nacido en una familia donde la política era tema de conversación entre plato y sobremesa. Hijo de alcalde, su trayectoria tiene dos ejes iniciales: la política y la ciudad de Salamanca. Más tarde se incorporaría la Familia con mayúsculas y el amor creciente a toda su Comunidad, Castilla y León. Alfonso Fernández Mañueco lo ha sido casi todo en este ámbito geopolítico. Alcalde de Salamanca, Consejero de Presidencia y Ordenación Territorial, presidente de la Diputación charra, concejal, procurador…Presidente del PP de Castilla y León y presidente de la propia Castilla y León.

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Abogado y jurista de formación, amante del orden, la verdad y la justicia, no ha tenido nada fácil en el camino de la política como forma de vida. La llamada de la vocación pública no ha parado en este, todavía joven, político regional. Mañueco sabe, y mucho, de organización interna, del aparato, que se dice. Libró una de sus mayores pruebas cuando rivalizó con el “elegido”, Antonio Silván, por el puesto de sucesor de Juan Vicente Herrera tras casi 20 años al frente del PP y de la Junta. Contra todo pronóstico, ganó la partida al superconsejero y hasta portavoz gubernamental. No era la hora de ver un leonés al frente de la Junta, pero sí la de un hombre de la zona noroeste, la más perjudicada generalmente en el trato dado por las grandes instituciones. León, Zamora y Salamanca, como eco de lo que fue el Viejo Reino ya sólo vivo en los libros de historia.

Mañueco ha sido débil, porque ha tenido que gobernar en coalición con Ciudadanos, quienes salvo la Presidencia, coparon casi todos los cargos de mayor proyección pública. Y sin embargo, no se ha notado esa debilidad en el liderazgo necesario tras el día a día de la administración. Sólo ellos saben la realidad de si se preparaba una traición. Motivo de ruptura y fin anticipado de legislatura. Una legislatura, por cierto, donde el PSOE de Luis Tudanca ganó las elecciones pero no convenció en las negociaciones. Una legislatura, donde el burgalés pareció suicidarse con una moción de censura hacia ninguna parte. Y sin embargo, por arte de birlibirloque la campaña se muestra más reñida que en los tiempos de Aznar y Laborda. El resultado, el domingo a la noche.

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