Para dar ubicación al tránsfuga Toni Cantó, que va ya por su tercer partido en militancia conocido, la presidenta de Madrid le ha montado una oficina de defensa del lenguaje español o algo parecido. Para este viaje no hacía falta estas alforjas pues quien tiene la potestad legal y moral de fijar y dar esplendor a nuestro idioma es la Real Academia de la Lengua Española, el Instituto Cervantes y otras instituciones derivadas. Sé de la mucha actividad en pro del castellano del mencionado instituto que tiene sedes por las principales ciudades del planeta, bueno, algunas son sólo un representante y poco más, pero el caso es que se organizan múltiples actos para resistir al chino, al inglés y a otros claros competidores en esto de ser una de las lenguas más extendidas.
España tiene variedad de hablas y lenguas, incluso en la carta magna se reconocen la cooficialidad de algunas de ellas, pero el idioma fundamental es el castellano, por mucho que a algunos les rechine y no le guste. Mucho ojo con el idioma porque a fuerza de desatenderlo puede llegar a desaparecer. Algo que la salud del español no parece resentirse del anglicismo tecnológico imperante. ¿Quién se acuerda del francés como lenguaje diplomático en los siglos XVIII y XIX? Si no fuese por sus antiguas colonias el francés estaría en franca decadencia.
Hay una espina clavada en el corazón de los que amamos nuestra lengua, precisamente en nuestras colonias, algunas incluso fueron o siguen siendo provincia sobre el papel legal, me refiero al Sáhara; ya perdimos el papel preponderante en el norte de Marruecos o en enclaves como Sidi Ifni, Tetuán y demás. La colaboración de España con Guinea Ecuatorial, en los campos de refugiados de Tifariti en Argelia con más de cien mil saharuis de pleno derecho abandonados al albur de la diplomacia internacional no es razón suficiente para poder entregar libros en esas precarias escuelas, becas para formación en España y reforzar en todos los sentidos los lazos culturales con esas personas y regiones con las que nos une un lazo común. Por no hablar de la Madre Patria y toda Hispanoamérica. El otro día conocí una empleada de unos amigos que era filipina y hablaba tagalo e inglés por igual y, oh casualidad, recordaba de sus abuelos aún muchas expresiones en castellano porque, oh sí, también estuvimos allí y eso fue nuestro imperio, aunque sea fascista decirlo.
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