La fotografía que ilustra estas palabras es uno de tantos carteles publicitarios tomada desde la tribuna inagotable de experiencias que es la calle. El fotógrafo se deja ver como estela. Es lo que tiene el cristal, esa capacidad dual de ver e intuir, de reflejo y de espejo, de nitidez y de deslumbramiento.
Es el cartel de una sucursal bancaria en una calle de barrio poderoso de Madrid. En inglés, como mandan los cánones financieros del idioma económico. El nuestro, el español, agota sus portentos en El Quijote y en la oralidad musical de la copla que se abre otra vez paso entre la intelectualidad necesitada de reverdecer identidades. Orgullos patrios ya rancios, pero nobles, sin la mácula del parné sucio y sobado.
Llama la atención que el cartel, colocado donde está, en un banco, huya de los signos de porcentaje de las rentabilidades del capital, y se limite a una oferta de café y wifi. ¡¡Coño, cómo cambian los eslóganes bancarios!!. Te ofrecen, no te sacan los dineros de los ralos ahorros de las clases medias.
Ahora caigo, este es templo de territorio regado por la fortuna, de cuentas corrientes con dígitos a libre galope. Nada mejor que captar clientela por medio de la regla universal de la hospitalidad: un cafelito y la preceptiva conversación, aunque sea a través de la ventana abierta al mundo que es el wifi. Charla virtual, que la de lengua de carne sin hueso está para los entresijos del negocio, no de la salutación. Atinada conjunción de tradición y modernidad.
El cartel solo lo he visto en esta calle de barrio de posibles. No digo que no haya ocupado otras oficinas de los predios del casticismo madrileño de churros y gallinejas. Pero sí envido a la grande a que no está en las zonas crecientes de la España despoblada, por la lógica contundente de que ahí no hay ni oficinas ni el recurso de emergencia del cajero automático.
Los bancos más las cobran que las gastan. Y como el mensaje va de necesidades, también en inglés, la dádiva es bien intencionada, pero modesta. Nada de rasgarse vestiduras. Esto es negocio, no beneficencia. Ese all you need is (todo lo que necesitas es…) de la cabecera, hace medio siglo cerró la propuesta, en una canción de The Beatles, con la palabra love. Amor, es sabido. ¿Por qué será que me regala los oídos hasta en english?
ÁNGEL ALONSO