Durante siglos los relojes de sol fueron los “reyes indiscutibles” de la medida del tiempo. En la revista “Analema” que publicó hace ya años la Asociación de Amigos de los Relojes de Sol (el nº 16 de enero-abril 1996), se cuenta una curiosa anécdota protagonizada ni más ni menos que por el rey Felipe II, llamado también el Rey Prudente. El monarca se dio cuenta de que un reloj mecánico que había en las dependencias del palacio, andaba “desconcertado” es decir no facilitaba bien la hora y entonces dijo que lo ajustasen tomando como referencia otro reloj que había y que era de sol. En aquella ocasión si hizo honor a su apelativo el rey prudente, aunque por desgracia no siempre fue así, tal y como indica el autor ( D´ Ossogno) del artículo de la revista citada.
En tiempos de Felipe II además del propio rey, hasta el más humilde de sus servidores y también la inmensa mayoría de las personas consideraban que la hora más correcta era la que facilitaban los relojes de sol. Ello era -entonces- cierto y además en aquella sociedad tan influenciada por la religión, se consideraría lógico y evidente que habría de ser así hasta…el Fin del Mundo. Los relojes de sol eran relojes naturales (obra de Dios en cierta medida) y los relojes mecánicos eran simples intentos de los humanos por imitar al reloj natural que Dios nos había proporcionado.
Entre la documentación del Concejo de Castropodame, hay varias referencias a las horas concretas a las que se citaba a los de la vecina población de Bembibre (a 6 km de distancia) para revisar el deslinde de ambas jurisdicciones. La más antigua que conozco es del año 1639. Entiendo que tanto en Bembibre como en Castropodame disponían de algún reloj de sol, pero no tengo constancia alguna de que lo hubiera en Castropodame a pesar de llevar décadas analizando documentos sobre su historia. En Bembibre y según el historiador Manuel Olano Pastor, tampoco hay constancia de que lo hubiera, aunque si en Folgoso de la Ribera, donde aún perdura. No obstante este reloj de Folgoso, es un tanto extraño. Quizá es realmente un canecillo, según me informa Antonio Cañones. Si hubo un reloj de sol en Congosto (año 1683) que creo que aún se conserva. También hubo otros en Calamocos, Fuentes Nuevas y Arganza, según investigaciones de Luis Lorente Aragón; todas poblaciones del entorno de Castropodame-Bembibre. Los antiguos debían estimar que andando se recorría una legua (unos 5 km ) en una hora. Con este dato y observando la hora del reloj de sol al salir, se podrían concertar citas entre personas de diferentes localidades más o menos próximas. La hora solar verdadera de una población a otra cercana apenas varía. Concretando más y en la latitud del Bierzo (42,5º), para que haya una variación en la hora en tiempo solar verdadero de un segundo hay que desplazarse en sentido este-oeste 343 metros, es decir 15 x 22,85. De un extremo al otro del Bierzo hay aproximadamente unos 4 minutos (un grado de diferencia de longitud).
Así las cosas era lógico y correcto que los relojes mecánicos (los de torre por ejemplo) se ajustasen lo más posible a la marcha de un reloj de sol. Había incluso los llamados relojes testigo, concebidos y colocados expresamente para este fin. Antonio Cañones localizó hace ya años (2004) uno de ellos en la torre de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol en la ciudad de Totana (Murcia). Fue gracias a la información de un amigo suyo que era hijo de un antiguo relojero municipal de esa ciudad.
No obstante a los pocos años de fallecer Felipe II, ya se descubrieron las Leyes de Kepler, que son unas leyes físico-matemáticas también naturales y que los humanos no podemos cambiar. El estudio de esas leyes (enunciadas en 1609) implica que si la Tierra gira sobre si con velocidad constante y además está orbitando en torno al Sol; es imposible que los días solares verdaderos sean rigurosamente iguales. Dicho de otro modo, el Sol que nos alumbra no puede pasar a intervalos de tiempo rigurosamente constantes por la vertical (meridiano) del lugar donde nos encontramos. Primer contratiempo. El vulgo nada de esto sabía y siguió confiando en los relojes de sol de siempre (siglos). Por su parte los fabricantes de relojes mecánicos se afanaron más y más en perfeccionar sus obras, que no obstante contrastaban (solía hacerse al mediodía solar) para ajustar la marcha del reloj mecánico al de sol. Lo normal y cotidiano era que siempre sucediere así. Ello era debido a que en efecto los relojes de sol tienen un ritmo de marcha (el de la Tierra y sus movimientos) muy, muy, muy… constante. Veámoslo con algunos datos sacados de los anuarios del Observatorio Astronómico Nacional (Madrid).
La duración de un día solar verdadero, aunque no es la misma a lo largo del año, sólo difiere de los 86 400 segundos (24 horas exactas) en menos de 31 segundos por exceso y en menos de 23 por defecto. Me refiero a segundos de los que usamos en la vida cotidiana y que debería señalar un reloj perfecto. Esto supone que en una hora y en el peor de los casos, el error medio de un reloj de sol sería de 1,25 segundos por hora. Como una hora son 3600 segundos, el error es tan minúsculo que durante siglos pasó inadvertido para los relojeros.
Como los fabricantes de relojes mecánicos adelantaban o atrasaban sus relojes, no podían descubrir esas insignificantes irregularidades de los relojes de sol. No obstante Franz Embacher (estudioso de estos tema y austríaco por lo veo), señaló que en el siglo XVIII, los astrónomos ingleses ya empezaron utilizar en sus cálculos, un horario que no es la hora solar verdadera, si no la hora solar media. Yo puntualizo que dado que se conocen con gran rigor las diferencias (minutos y segundos) entre ambos horarios en cada momento, el hecho de utilizar hora solar verdadera o la hora solar media, no suponía gran problema. La hora solar media es la que marcarían siempre los relojes de sol si los días solares durasen exactamente 86 400 segundos. Ni una millonésima más, ni menos.
A partir de año 1800 y poco a poco el vulgo y también los políticos ( que no tenían que ser ni los más inteligentes ni los más sabios), se percataron de que era más conveniente utilizar tiempo solar medio en vez del tiempo solar verdadero. Los relojes mecánicos se habían perfeccionado tanto que lograron detectar algo que ya se sabía desde los tiempos de Kepler e incluso siglos antes (Ptolomeo). En Inglaterra ya antes de 1800 se utilizaba tiempo solar medio. En España y según datos del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) hasta mediados del siglo XIX incluso datos manejados por los astrónomos (efemérides astronómicas), se expresaban en tiempo solar verdadero.
Luis E. Vadillo Sacristán me ha informado que en el año 1846, en Madrid y su provincia, se publicó (Boletín de Madrid) una orden para que los relojes mecánicos se ajustasen no al tiempo solar verdadero (como había sucedido durante siglos), si no a la hora solar media. Es más se publicó una tabla en la que con intervalos de 5 días (73 veces al año), se señalan los minutos que había de desfase (adelanto o atraso) entre la hora solar verdadera y la hora solar media. Si ese desfase se refleja respecto a las líneas horarias de un reloj de sol de los de toda la historia, obtenemos una figura como la que acompaña a este artículo. Las líneas que tienen forma de 8 (analemas) corresponden al tiempo solar medio. En cada una de las analemas hay una especie de eje de simetría (no es rigurosamente tal), que sirven para señalar el tiempo solar verdadero. Ahora bien el trazado de esas analemas como las de la figura citada, con la tecnología del siglo XIX habría sido muy complicado. Por ello no creo que existan muchos relojes de sol del siglo XIX, que dibujen analemas, aunque me consta que alguno (en Francia) si las dibujó o al menos parece que lo intentó.
Para hacer las cosas más sencillas de entender, la sombra que señalice las horas no será la de una línea, si no la de un punto. Es un asunto del que ya hablé en otro de mis artículos (en “Bembibre Digital”) muy reciente. Es evidente también que de este modo además de señalar la hora, también se indicaba la fecha con más o menos nitidez. Por otra parte el diseño (figura con las analemas) era idéntico en localidades que tuviesen la misma latitud, aunque estuvieren separadas centeneres de kilómetros. Según este modo de medir el paso del tiempo (tiempo solar medio y también verdadero) el meridiano que se tomaba como referencia era el propio de cada localidad o más aún (ya rizando el rizo) el que pasa por el punto de inserción del gnomon en el cuadrante. De este modo, a medida que aumentaba la distancia, la hora (aun cuando fuera tiempo solar medio) era diferente entre dos localidades. En un mismo instante la hora de un reloj difería de la del otro.
Como ya se dijo, en 1846 en la provincia de Madrid se debió implantó como hora legal (hora oficial) la hora solar media de la capital de España. Entiendo que sería la hora del Real Observatorio Astronómico, que aún existe junto al Parque de El Retiro. De un extremo al otro (este-oeste) de la provincia de Madrid hay una diferencia de unos 6 minutos (1,5º) luego como Madrid (capital) está más o menos en el medio habría un desfase en un sentido o en el contrario de unos 3 minutos respecto a poblaciones extremas. Una cuantía perfectamente asumible en el siglo XIX. Si consideramos lo que ocurre en toda España, el asunto es más serio y por ello en cada zona había un meridiano de referencia, quizá el de la capital de cada provincia.
Cuando en 1887 se instaló en Castropodame el reloj de torre, supongo que la hora oficial sería la del tiempo solar medio en León capital. La diferencia entre ambas posiciones es de unos 4 minutos, en términos de tiempo. Sigue siendo aceptable, aunque a estas alturas de la historia ya circulaban trenes que salían de Madrid, pasaban por la ciudad de León y cruzaban El Bierzo. No debía haber sin embargo teléfono alguno, ni siquiera telégrafo en el pueblo (aunque son detalles que desconozco). Aún cuando se hubiere querido comprobar ese desfase de unos 4 minutos habría sido casi imposible. La hora oficial en Castropodame en 1887, sería pues la hora solar media pero de León ciudad. Había ya tres tipos de horas en el pueblo: la solar verdadera, la solar media y la oficial.
Estos detalles debieron pasar inadvertidos para la inmensa mayoría de los vecinos, para los cuales la “hora verdadera” y exacta sería la que señalaba su flamante reloj de torre recién estrenado y punto. Su campana que indicaba horas en punto y medias podía servir para controlar por ejemplo las horas de riego. Hay curiosamente un listado de horas de ese año y en el mismo ya se anotan duraciones de fracción de horas (medias horas).
Fue curiosamente en 1887 cuando debió establecerse el llamado Sistema Mundial de Husos Horarios. Sin embargo esta circunstancia no debió suponer de momento cambio alguno. Todo parece indicar que antes del 1 de enero de 1901, la hora oficial en Castropodame era la adoptada hasta entonces en la provincia de León, que sería supongo la de la capital de su provincia, es decir León ciudad. Como vemos las cosas se complicaban cada vez más y aún quedan más detalles que añadir. Como dice el refrán: “éramos pocos y…”. Pero eso será en el próximo artículo. Por ahora basta.
Rogelio Meléndez Tercero // 19-3-2024
Gracias!!!!
El tema da mucho de sí. Me queda al menos otro capítulo, quizá dos. Es mejor hacer artículos cortos. Se asimila mejor su contenido. Un saludo.