A pesar de que la ley electoral en Castilla y León es clara – sólo pueden presentar candidatura cuando se reúne la firma de un uno por ciento del censo electoral de cada circunscripción- muchos no se dan por vencidos y suman esfuerzos para asistir a la contienda electiva. Es más, se diría que está de moda reivindicarse como pequeño grupo de patria chica argumentando la queja o el agravio comparativo como máxima en el discurso. Desde que el Gobierno nacional se ve subyugado a cuadrar el círculo por aquello de mantener el poder, el Gobierno regional por formar mayoría en Cortes o el ayuntamiento de cada municipio para lograr el bastón de alcalde; la regla de la autoproclamación a aspirante ha abierto la veda a todo lo que va más allá de ser tercera o cuarta fuerza política en una institución. Por Ávila, Por Teruel… por mí y por todos mis compañeros y yo primero que decíamos jugando al escondite inglés. Es curioso: ¿por qué se llamaría inglés?
Lo cierto es que lograr el ansiado escaño y entrar en el mercadeo del voto hacia un lado u otro es un ejemplo que, siendo del todo legal, no deja de ser un hecho digno de análisis sociopolítico. Todavía estamos pagando los platos rotos de la ruptura de un sistema bipartidista que, siendo ventajista en el recuento electoral para los partidos más grandes, evidencia que en las zonas geográficas más pobladas se tiene más representación, y por tanto peso y poder, que en las más deshabitadas. Y el área geográfica, en este caso, circunscripción electoral menos habitadas luego de la votación se cuenta con menos representantes. La pescadilla que se muerde la cola.
Menos escaños menos votos en la subasta de la democracia.
Así las cosas, los castellanos y leoneses nos hemos tirado al monte electoral. Es la eclosión de agrupaciones, pequeños partidos independientes y asociaciones como jamás se recordase salvo en los primeros encuentros electorales de la Democracia española, entiéndase, la Transición. El periodista entiende que no estamos sino en un estado avanzado del multipartidismo que, a la larga, no tendrá mayor recorrido que lo que dura el liderazgo de un político de la zona, la afrenta cometida contra una zona de España, en este caso de Castilla y León, o la identidad que subyazca en la epidermis de cada provincia o región.
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