Lealtad es otra de las palabras, con significado y significante profundos, vilmente zarandeadas por la inanidad actual. Con abundantes extensiones a otras terminologías de los más altos valores de la persona. Para mí, vocablo de compromiso y responsabilidad en la concesión y en la recepción. En lo primero, como testimonio de sinceridad. En lo segundo, como hito de comprensión y de valentía para encajar.
La lealtad es la cumbre de la amistad. Al amigo se le habla claro, tanto en la alabanza como en la amonestación. Tiene que ir obligatoriamente de la mano de la honradez y la coherencia. Ser leal con los otros es de por sí el salvoconducto de la admiración y del afecto. Pero no siempre es camino de rosas. A veces surca tramos sofocantes que ponen a prueba la cohesión de las interrelaciones personales. El oído es sentido que enlaza directo con el corazón. Si la lealtad resiste los embates nobles, pero brutos, de la lengua, cuando son recibidos como consejo o advertencia de males mayores, presumirá de auténtica.
La lealtad no es tampoco bilateral ni multilateral. Ser honrado con uno mismo es otro de los ejercicios sublimes del concepto protagonista de esta reflexión. Reñirse para los adentros, en las vísceras, es penitencia que ayuda a esmerarse en los comportamientos para con uno y para con los demás. Una prueba sólida de fortaleza personal.
Lealtad es demostración vigorosa de una humanidad, condición poseída de frecuentes claroscuros. Cuando nos admiramos de la bondad perruna, me asalta la duda de si debo conectarla con la lealtad de la que aquí se escribe. El perro es un ejemplo prodigioso de fidelidad, palabra que, aunque los diccionarios la asimilen al término aquí tratado, cojea de la pata de la admonición. La fidelidad es una generosidad permanente de yunque golpeado sin descanso por el martillo, un continuo asentimiento y seguimiento del otro, algo que deja incompleta la lealtad, que no está reñida con la rebelión interna que es la sinceridad y la autocrítica.
La lealtad está sometida a la estafa en los cenáculos políticos. No es de extrañar. Ahí se piden los apoyos inquebrantables al liderazgo, casi siempre antesala de los servilismos metamorfoseados con rapidez a hipocresía y traición. A uno se le hiela la sangre, cuando la impresión unánime que han sacado los medios de comunicación, del equipo de gobierno de Donald Trump, se condensa en la palabra lealtad. Tropa de tantos egos millonarios….
ÁNGEL ALONSO