La vacuna

Entre las felicitaciones navideñas de estos días, los «planes de fuga» de las grandes urbes españolas y la crisis económica que nos asola, se ha colado de rondón otro motivo más para polemizar y dividir a la ciudadanía otro poquito más. Me refiero a las vacunas anticoronavirus.

Aunque el porcentaje de personas que no quiere ponerse la vacuna decrece cada día, lo cierto es que hay un porcentaje de la población muy grande que desconfía y no quiere saber nada de jeringuillas hasta ver qué efecto produce en el vecino de al lado. Y éste, pudiera ser un argumento arcaico, insolidario pero justificado para muchos.

La auténtica guerra comercial entre las empresas farmacéuticas está siendo histórica. La pugna por la comunicación, el llegar primero, el ser más sencillo de manejar…incluso guerra por nacionalidades. China y Rusia a la cabeza, Alemania por otro lado, Inglaterra y sus tradicionales egos. Si hasta en nuestra Galicia existe uno de los laboratorios colaboradores con una de las vacunas salvadoras de esta pandemia que lo ha invadido todo.

Pero la vacuna llegará a todos y será obligatoria, ya lo verán. No podrá dejarse de vacunar por motivos personales porque eso supondrá poner en peligro la salud pública, la de los demás. Eso sí, tengo amigos que no quieren saber nada de la china, ni de la rusa. Esos pueden dar gato por liebre y han demostrado a lo largo de la historia que el factor humano no cuenta si es para un fin más grande, ideológico o estatal. Ya ven, hasta los nacionalismos y la política de ejes como en la guerra fría vuelven a ponerse encima del argumentario de la población.

En todo caso, la dichosa vacuna, dosificada en dos ocasiones, tendrá que hacer sus efectos y mitigar la Covid-19, sea de este virus o de un mutante, eso da igual. Pero que hagan algo, por favor, porque la sociedad está carente de amor, de besos, de abrazos y de paso, de dinero en los bolsillos. ¿Tú estudias o trabajas? No, yo Erte. Vaya por Dios.

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