La política como videojuego

Las sesiones de control al Gobierno en las Cortes parecen una competición de la League of Legends de Ibai Llanos y compañía. Es como si los políticos se hubieran hecho adictos a los videojuegos. Semejan adolescentes disparando compulsivamente contra los estrafalarios enemigos que surgen amenazantes por todos los rincones. Parecen estar intentando desesperadamente mover las piezas del pasatiempo para evitar que el fuego o el derrumbe acabe con su personaje. La pelea es tan absorbente que impide prestar atención a nada que no forme parte del juego, solo existe la pantalla.

Los datos de retuercen sin pudor, los argumentos sirven solo para la ocasión, lo que vale para los compañeros se niega a los adversarios. La ausencia de una mayoría estable y la competencia entre varios partidos por el mismo espacio electoral impide cualquier atisbo de una agenda política coherente y sosegada, pensada para los ciudadanos.

Blanco y negro

Se llenan la boca con descalificaciones a los que consideran fascistas y se concede la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica a la primera ministra italiana Giorgia Meloni. Como el nuevo jefe de la Casa del Rey es un diplomático con antiguas diferencias con el ministro de Exteriores no se comunican si van o no a la reinauguración de Notre Dame. Tampoco apareció por París el otro invitado, el ministro de Cultura: esa tarde estaba en el circo. Desde enero el Gobierno va a celebrar el 50 aniversario de lo que llama “España en libertad” porque Franco murió en 1975, aunque fue a finales de ese año y elecciones no hubo hasta 1977 y Constitución un año después; a lo que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, responde que Pedro Sánchez ha enloquecido y “quiere quemar las calles”. Desde la izquierda se critica el sueldo (84.050€) del nuevo vicepresidente valenciano encargado de la reconstrucción tras la dana, pero el Gobierno nombra al suyo y cobrará 120.000€. Esto solo en lo gestual, incluso anecdótico, aunque termine convirtiéndose en categoría. Porque lo importante, lo de fondo, no existe, no le queda espacio. Y además no hay mayoría para hacerlo.

Los siempre del semanario The Economist han elegido kakistocracy (caquistocracia) palabra del año, ante el amplio panorama que se vislumbra. Significa el gobierno de los ineptos. También han colocado a España como la mejor economía del año. O sea que todos tranquilos.

Darse la mano

Tras la intensa sesión de astracanada política se impone un cambio de escenario. Es fácil, solo hay que salir del Congreso y cruzar el paseo para entrar en el museo del Prado y sumergirse en la exposición comisariada por el astorgano Manuel Arias Martínez, jefe del departamento de escultura. El título actúa de cebo, Darse la mano. Evidentemente no se refiere a los políticos. Es entre la pintura y la escultura religiosa del Barroco. De cerca sí se puede apreciar la túnica asombrosamente estampada –como si fuera un Versace del XVI– del Santo Tomás del retablo de la catedral de Astorga, un forzudo, calvo y barbado apóstol obra de los Gaspares: el escultor Becerra y los policromadores Hoyos y Palencia. La extraordinaria expresividad lograda por los Alonso Berruguete, Juan de Juni, Salcillo o Gregorio Fernández, acentuada por el cromatismo de la policromía, aportó teatralidad, dramatismo, a la labor de atraer fieles a la Iglesia tras las dudas protestantes. Probablemente los sermones que acompañaban toda esta impresionante imaginería no estaban a su altura y eran tan zafios como los actuales. A pesar de la sofisticada ingeniería de la comunicación política los mensajes, amplificados por las redes sociales y los medios amigos, solo persiguen la adhesión irreflexiva de los adeptos y la provocación al adversario buscando su reacción también irreflexiva.

 

Ángel M. Alonso Jarrín

@AngelM_ALONSO

 

 

 

 

 

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