La legislatura del coronavirus

Por mucho que se esfuercen sus señorías, sombra de mociones aparte, la legislatura actual va a pasar a la reciente historia de España como la legislatura del coronavirus. Rivalizará fuertemente el hecho insólito de que el nuevo comunismo disfrazado de movimiento radical social haya tocado al fin poder en la democracia española.

Todo. Absolutamente todo está condicionado por esta pandemia que nos vino de China para expandirse por todo el planeta. Pienso, por ejemplo, en los casi 200.000 saharauis que en los campos de refugiados de Tinduf, Argelia, están sufriendo también esta nueva peste silenciosa y mortal con apenas unos pocos medios para combatirla. Y aquí, esta misma semana presencié en una pequeña localidad cómo se contrataba una discoteca móvil y cientos de personas sin mascarillas bebían, charlaban y bailaban como si el mundo no estuviera amenazado por el Covid. Por supuesto, mis amigos y yo huimos de esa insensatez colectiva.

Tengo otro amigo que no se le ha ocurrido otra cosa que realizar el Camino de Santiago y narrar cómo influye la pandemia en todo lugar que recorre. ¿Periodismo en primera línea o ganas de llamar la atención?

En general, lo que realmente nos pasa es una falta de reconocimiento de la absurda realidad que nos ha tocado vivir. Los políticos de esta generación no son los prohombres de la Transición, si no una serie de propagandistas y sesudos voceros de la nada, del insulto y de la falta de sacrificio para alcanzar acuerdos renunciando al consabido «y tú más». Los líderes ya no son tampoco los triunfadores de la vida laboral o de héroes por su sacrificio y constancia ante la adversidad. Se venera a un jovenzuelo por dar patadas al balón, como si fuera merecedor del Olimpo virtual que han creado los variados canales de comunicación. De mayor quiero ser influencer, dicen otros quinceañeros sin más pudor que el de enseñar su día a día cuanto más vacía y provocativamente mejor. El nihilismo llegó, sí, como llegó el absurdo de un mundo al revés donde los hijos mandan, los delincuentes son víctimas y hasta los periodistas buscan su protagonismo en vez de contar la verdad, que es para lo que estamos. A pensar se ha dicho.

ABC