La estancia cerrada

Como “elitista” irredento, me confieso fan de los museos; sobre todo, de los más recoletos y menos visitados. En Madrid, por ejemplo, el Lázaro Galdeano, el Cerralbo, el Romántico… Las casas-museos de los escritores son también especiales. Recuerdo la impresión que me produjo entrar en el modesto apartamento de Dostoyevski en San Petersburgo, o en la dacha de Tolstói, en las cercanías de Moscú, en la que bien pudo inspirarse Chéjov para su Jardín de los cerezos. Visitarlas me ayudó a conocer mejor el genio de quienes fueron sus habitantes. Por eso, es de lamentar el estado de abandono en que se encuentra la casa de Vicente Aleixandre en la madrileña Ciudad Universitaria, por donde pasó lo más granado de la poesía contemporánea.

En medio del ruido urbano, los museos parecen «ínsulas extrañas y sonorosas», en el verso de san Juan, pues la palabra ínsula no solo significaba en aquel tiempo ‘isla’ sino también ‘casa aislada’, un monasterio o convento, por ejemplo.

Y es que algo de sagrado tienen los museos, en tanto moradas de las musas que son. Imagino, por ello, el cabreo que habrán pillado Clío, musa de la historia, o Calíope y Erato, musas de la poesía, o incluso Euterpe, musa de la música, con el alcalde de Astorga, que ha decidido el cierre “temporal” o el cierre no definitivo del Museo Romano y del Museo Casa Panero, o como quiera llamársele. Falta personal, se aduce, y probablemente sea verdad, pero falta también vergüenza y voluntad política en pro de la cultura.

La que sobra en La Bañeza, por cierto, donde su ayuntamiento ha sido en este sentido más sensible, abriendo no hace mucho la Casa de la Poesía, dedicada a honrar la obra y el legado de Antonio Colinas. La Bañeza estaba a veinticinco kilómetros de Astorga; ahora la distancia entre ambas localidades se me antoja que ha aumentado considerablemente.

Esperar de los museos pingües beneficios económicos, como si industrias fueran, es pedir peras al olmo. Como escribía Julio Llamazares hace unos días, la cultura no necesita otra justificación que la derivada de su misma naturaleza en tanto alimento del espíritu, «pues no solo de mantecadas y de cecina se vive; también la cultura sirve para pasar el tránsito de la existencia por este mundo». Pero es que, además, la cultura genera riqueza, si nos ponemos en la piel del negociante. España posee uno de los patrimonios culturales más valiosos del mundo, solo parangonable al de Francia o Italia. Mas, en nuestro caso, potenciado por una lengua que es, en la práctica, la segunda más hablada del mundo. Representa más del 15 por ciento del PIB. Bien saben esto los empresarios menos cazurros y los banqueros; lo saben los políticos más sensatos: invertir en la cultura de un país, de una ciudad en declive como Astorga es invertir en su desarrollo.

Así es que estos cierres, por más temporales que se digan, son un golpe bajo a la Cultura con mayúscula. Ahora se entiende mejor el dislate perpetrado por el concejal de Fiestas, enfangado en declaraciones insidiosas y falaces sobre elitismos, populismos y gamificaciones, puras fantasmadas, muy a tono con los pasados días de difuntos.

Aducía nuestro munícipe, por persona interpuesta (¡qué pena que un joven se avenga a firmar algo que él no ha escrito, y qué más pena aún que un veterano se preste a hacer de “negro”!), que estas cosas se hacían en otros museos internacionales y nacionales, como el Prado. “Largo plumean”, pensé parafraseando al personaje del Tenorio, pues osan compararse nada menos que con el primer museo nacional. Bien, pues a ver si toman ejemplo y, además de charlotadas, promueven los recitales, conciertos, representaciones y ciclos de conferencias que ese y otros museos organizan. Claro que para hacer todo eso se requiere no cerrarlos ni siquiera temporalmente.

Nuestro país está viviendo horas muy críticas y de gravedad inusitada. Ante este panorama, la causa del Museo Casa Panero, en que algunos estamos empeñados, puede parecer una nadería. Pero a la postre todo, aunque sea en pequeña dimensión, tiene su importancia. Para mí y quienes firmaron el manifiesto de protesta hace unos días (por cierto, lo encabezaba Luis Mateo Díez, hoy flamantísimo Premio Cervantes), la de la cultura es causa sagrada. Por el momento solo nos queda el recurso a la melancolía, consolándonos con que los nombres de quienes tanto hicieron por la cultura de Astorga permanecerán en la memoria sobre la de estos politiquillos de tres al cuarto. Vivos, sí, estos, y muertos aquellos, pero –como se dice también en el Tenorio– “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.

 

 

 

4 comentarios en “La estancia cerrada

  1. astorga 11000 habitantes 4 museos y otro en camino. Salamanca 145000 habitantes 12 museos. Los números no mienten, es absolutamente inviable. Es lógico que este museo permanezca cerrado al menos los meses de invierno cuando no lo visita ni dios y mantenerlo abierto es un problema no sólo por personal si no por el pastizal que requiere en calefacción semejante edificio. Aquí muchos no quieren ver que astorga es un mileurista y que mantener este tipo de activos es comprar en el rincón del gourmet todas las semanas. El caviar del rincón del gourmet es delicioso, pero hay que llegar a fin de mes, que el dinero no crece en los árboles. Sobre todo cuando ese dinero es el de todos.

  2. ¿Qué opinan los Astorganos?
    ¿Les da lo mismo este desastre cultural que pone a sus políticos a un paso del desprecio?
    Porque si lo consienten,serán cómplices de la incultura.

  3. Nh3 le tendrían que haber dado una Concejalía o un puesto de redactor jefe en este digital.
    Y el auténtico Concejal de Cultura dónde ha estado en todo este embrollo?, dónde está entre tanta polémica?. Le queda demasiado grande el sillón.

  4. se lo agradezco enormemente antonio, pero soy mas de ganarme las cosas. Por eso me llevo tan mal con este pais al que tanto quiero.

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