La Astorga que soñamos

La Astorga en el que cree, invierte, trabaja y colabora, las personas que conforman el accionariado de este periódico y sus trabajadores, piensa desde el primer día de su asociación en empresa informativa que hay que contribuir a la riqueza, en general, de la sociedad a la que se debe, con un sentido de justicia social al más puro estilo de la defensa de los ciudadanos. No olvidemos que, si bien nuestros orígenes son astures, realmente el momento de mayor brillantez en la historia de Astorga y sus comarcas ha sido como capital de convento jurídico y ciudad de pleno derecho romano. Hemos sido capital administrativa, militar, judicial y hasta eclesiástica durante siglos de nuestra propia existencia.

Si atendemos al devenir de la historia. Una ciencia practicada por excelencia en nuestra ciudad. Podemos ver que nuestra estrella se ha ido apagando con el devenir de los tiempos. Sin embargo, frente a esa maldición que tanto gustó a referentes culturales y sociales como la familia Panero, a la queja fácil del ser pasivo, existe una larga tradición comercial, arriera y de cruce de caminos que ha contribuido a la hospitalidad, la diversidad y el enriquecimiento de la propia tierra astorgana.

La Astorga que soñamos nace de una tradición periodística y cultural milenaria. No reunimos a todas las mejores cabezas y firmas del narrar astorgano, pero sí lo son casi todos los que en nuestras páginas visibles en internet escriben regularmente. Creemos en el periodismo, como creemos en Astorga como escuela de periodistas y casa de la comunicación en general.

Consideramos que ese pasado lleno de riqueza, de patrimonio inmobiliario, monumentos, así como el sesgo cultural en apariencia invisible, es base y fuente de riqueza a recuperar, embellecer y explotar como medio de sustento para los que en Astorga habitamos. Pero no por ello se debe renunciar al progreso, al emprendimiento empresarial y al apoyo de todo aquel que decide invertir su dinero y su vida en la zona. Son nuestro catálogo de héroes, muchos de ellos anónimos, los que deciden quedarse a vivir aquí, o que por sus circunstancias los han traído hasta nuestras tierras.

Queremos que Astorga vuelva a recuperar su identidad como meta y salida, como cruce y paso de múltiples caminos y comunicaciones. Reivindicamos la modernización de las infraestructuras públicas de comunicación por carretera, por ferrocarril y por la propia red digital que a muchos pueblos no llega en perfecta armonía acorde a los tiempos que vivimos.

Se puede ser tradicional y a la vez innovador. En ello está el arte de saber vivir y crear riqueza con el fin de distribuirla justamente. Junto a nuestro rico patrimonio monumental está el cultural, y para ello, sin dudarlo, hay que contar con el papel de la Iglesia católica que tanto ha hecho y sigue haciendo por esta ciudad y sus múltiples comarcas que conforman un mapa diocesano más amplio y ambicioso que el propio de la administración civil y judicial.

Frente al rechazo la indiferencia. Contra la envidia el perdón. Ante la mentira la verdad. Y lo cierto es que las instituciones de todo tipo, las asociaciones multidisciplinares y la sociedad en positivo en general cuentan con un medio de comunicación diferente, amigo de la información veraz y el compañerismo en una sana competencia que nos obliga a ser mejores y positivos ante cualquier adversidad.

La Astorga que soñamos es la misma a la que 10.000 lectores de Astorga, Madrid, Cataluña, País Vasco o Argentina, por citar los mayores lugares de referencia leen cada día. Auditados por dos empresas diferentes e independientes reconocidas y aceptadas por los organismos oficiales. Algo que nos obliga a ser cada vez mejores, más exigentes en nuestros trabajos de notarios de la actualidad, publicistas de los que confían sus marcas y productos a nuestros profesionales con la ilusión y el esmero del primer día hace diez años ya.

La Astorga que soñamos está más viva que nunca, festiva, deportista, emprendedora y respetuosa con su pasado y sus creencias. Astorga ya no es la de cuartel, catedral y casino como en el siglo XIX. Pero tampoco es monopartidista, de un grupo de presión empresarial que alcanzaba todo y a todos, así como una ecuación periodística caduca propia del siglo XX. Un nuevo periodismo llegó, nacido del viejo oficio de raza como el de nuestros antepasados, que apoya a todo aquel que practique la democracia, el libre mercado y tenga como corrector garante de los derechos y los deberes de los ciudadanos a nuestras instituciones públicas.

A por otros diez años más

El editor