Confieso que me siento emocionalmente exhausta. Siempre he defendido el valor de los matices, la importancia de argumentos sólidos y la conveniencia de ponerse en el lugar de los demás a la hora de opinar, pero los últimos acontecimientos me está exigiendo reflexiones cuyo resultado siempre es demasiado complejo para volcarlo en un twit, en un breve artículo o incluso en una charla con café por medio.
Además, en estos días grises de otoño, el destino ha querido ponerme frente a una serie, que ha pasado incomprensiblemente desapercibida, permitiéndome así escabullirme de la sesuda actualidad y recordar, una vez más, que la vida es mucho más que geopolítica y amnistías.
La serie se titula “La amiga estupenda”. Te abre en canal. Te vacía por dentro, sin florituras ni estridencias, pero también sin piedad. Te va mostrando la castración emocional y social que han vivido muchas mujeres a lo largo de demasiados años, te va desvelando el callo que se ha ido formando en sus almas por la represión constante. Identificas y reconoces tantas situaciones, tan cercanas; podrías poner nombre y apellido a tantos personajes, femeninos y masculinos, que se te encoge el corazón en cada capítulo.
Y episodio tras episodio, ahí está la amiga estupenda. Yo también he tenido la fortuna de que la vida me regalara, en un momento clave para mí, una amiga estupenda. Una mujer fuerte y sensible, capaz de espabilarte cuando te lames las heridas en exceso y con la intuición suficiente para detectar peligros que tú no quieres ver. Una mujer que desborda y contagia pasión por la vida, tan generosa que siempre atiende primero los problemas de los demás, quedando lo suyo para después, tan buena gente que se entusiasma con tus pequeñas alegrías y se angustia con tus tristezas. Una mujer que adora a quien ella ha decidido que es su familia, que defiende con vehemencia sus convicciones, que nunca da una causa por perdida.
Ella creyó en mí cuando muchas voces le decían que no merecía la pena. Su energía es tal, que es capaz de echar sobre sus hombros tus penas y tus debilidades para que no te arrastre la corriente succionadora de la desesperación, sabe acompañar tu recuperación, ir retirando andamios según vas adquiriendo fortaleza. Fue un faro de luz suave y persistente cuando todo estaba oscuro y yo no era capaz de distinguir donde había un puerto seguro. Sí, yo he tenido la fortuna de encontrarme una de esas “amigas estupendas” que, literalmente, te salvan la vida.
claro ahora la geopolítica y la amnistía no tocan. Como mis amiguetes la están liando parda mejor hablo de la primera idea peregrina que se me ocurra. Llega a estar pp-vox negociando la investidura con la retirada del ministerio de igualdad sobre la mesa y esta señora iba a hablar de la amiga estupenda por las narices. Estupendo va a ser el país que va a dejar el rojerío por enésima vez en la historia.