Juan García-Gallardo

Creo, sinceramente, que la persona corre el peligro de ser devorarada por el personaje. No en vano tiene a casi todos los medios de comunicación nacionales enfocándole con lentes de aumento en todo lo que hace y dice cada día. Esperando un tropiezo, unas declaraciones a destiempo, un anuncio poco diplomático, en definitiva, cualquier desliz para poder tomarlo como un conejillo de indias que sea el ejemplo de cómo es Vox gobernando en el primer lugar de España. Y eso es un peso que ninguno soportaríamos como una prueba de la que saliéramos inmaculados. Algo haríamos o nos encontrarían, con el efecto multiplicador de los altavoces nacionales. Se busca sangre, y de momento, no la encuentran.

 

Los periodistas que intentamos seguir la estela de la política regional, encontramos el primer error del vicepresidente García-Gallardo en aquello que “tendría suficiente trabajo para estar entretenido”, vino a decir. Lo que provocó que su puesto en el nuevo Gobierno se criticase por falta de contenido y de ser comisario político de Vox en el Ejecutivo de Fernández Mañueco. Más tarde vino lo de la poco afortunada intervención parlamentaria, de la que el propio presidente tuvo que salir pidiendo disculpas en un alarde de paciencia franciscana. Y ahora anunciando una reducción de las subvenciones a patronal y sindicatos sin contar con el propio entorno del presidente. La de titulares que daba Igea cada jueves después del sanedrín y su sucesor va por un camino parecido con la diferencia que en cualquier día y lugar.

 

Lo que la mayoría de la opinión pública sabe realmente de Juan García-Gallardo es más bien poco. Se ha utilizado torticeramente que es un niño bien burgalés, abogado de formación y jinete de hípica de gran nivel. Y eso marca. Con ese estigma ha resultado ser la cabeza visible de Vox Castilla y León y el gran reto de ser el número dos del Gobierno autonómico. A partir de ahí, lo que se espera de él es capacidad de diálogo y coordinación dentro de una coalición de cercanos que no iguales ideológicamente hablando. Sí, Vox tensó demasiado la negociación del pacto. Sí, el vicepresidente está tropezando. Y sí, media España está esperando que el PP y Vox riñan hasta tal punto que haya que convocar de nuevo elecciones en mayo de 2023.

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