Jordi Evolé estuvo en Astorga y Ponferrada, ¿y qué?

A veces, sin darnos cuenta, caemos en papanatismos y por el mero hecho de saber que algún rostro conocido anda cerca nos ponemos como en guardia, al acecho del selfie de turno o de la mera curiosidad. Y la curiosidad mató al gato, reza el dicho de los abuelos.

Durante buena parte del pasado jueves la gran pregunta entre los mentideros astorganos era que se había visto al personaje televisivo grabando en la Muralla de Astorga, en las inmediaciones de las oficinas del Obispado asturicense, en… ¿Bueno y qué?

A este tipo de reporteros estrella, le suelen importar lo más mínimo el tema o a quién se dirigen. Es un trabajo sin más. Cierto es que en los últimos años su descaro y desenfado haciendo preguntas a personajes donde el periodismo de salón oficial no llegaba ofrecía cierta satisfacción al ver en apuros a ciertos personajes de la actualidad española. Al final, ese desparpajo se convirtió en el estilo evolé. Y ahí encontró este periodista su mina laboral y su supervivencia en una profesión extremadamente dura y vocacional como lo es la periodística o, ustedes disculpen, la de comunicador.

Tan sólo dos temas del Obispado podían interesar a un tipo de programa y personalidad como la suya: el tema del ex ecónomo diocesano o los supuestos abusos en el Seminario Menor de La Bañeza hace décadas. ¡Diana! Era el segundo asunto. Se apostó a la puerta del Obispado y no dudó en «entrarle» al señor obispo quien a duras penas salió del entuerto con la educación que le caracteriza.

También sabemos que intentó hablar con el delegado diocesano para el Bierzo, quien no quiso hacer declaraciones. Yo, las hubiera hecho. Nada hay que ocultar, tanto en lo bueno, como en lo menos bueno. Pero yo no soy ese cargo de la curia.

Muchas veces nos olvidamos del servicio de la Iglesia a la sociedad, en especial cuando no existían estados o administraciones públicas como las actuales. Incluso, si se me apura, hasta en los últimos 50 años. Sí, no estoy loco. El servicio de la Iglesia a España ha sido siempre constante y ha pasado, como humana que también es, por las mismas vicisitudes que la sociedad a la que sirve.

Existe un libro de Pablo Martín y José Francisco Serrano precisamente que se refiere a este punto. Durante la llamada Transición, la Conferencia Episcopal colaboró activamente en el espíritu del diálogo y de cambio. ¿Acaso no provenía la propia Iglesia española de una situación, cuando menos, ventajosa, ante un Estado que la salvó de la destrucción de la II República y de una Guerra Civil donde la persecución católica fue una constante?

La Iglesia, en sí misma, ya había en 1966 iniciado su propia transición con el Concilio Vaticano II. La adaptación a unos nuevos tiempos, a una nueva sociedad dentro de sí misma era ya toda una tarea ingente que no vino sino a sumarse aún más con inflintración que ideas socialistas y más a la izquierda nacía en parte de su sacerdotado. La secularización social y la vida moral no le era ajena a la Conferencia Episcopal y respondió punto por punto a cada reto que se le presentaba.

Las bases de la actual relación Iglesia-Estado, se fijaron en los años 70, años de transición y donde mucho se reformó tanto de una parte, el Estado, como de la otra, la Iglesia. La separación en parte era buena para ambos y a la vez ambos se reconocían como católicos mayoritarios o defensores de unas garantías mínimas los otros. Luego vinieron las leyes de divorcio, del aborto… años más tarde el reconocimiento de lo que unos llaman matrimonio homosexual y otros unión tan sólo. Pero la Conferencia Episcopal siempre ha estado ahí, con distintos presidentes y con documentos e informes para que todo su cuerpo, el eclesiástico, supiera claramente discernir ante los problemas que la propia sociedad se enfrentaba. Siempre, sin olvidar el fin primordial: la evangelización.

Estoy seguro que todos estos temas a Jordi Evolé no le interesarán mucho, que irá a ver si es verdad o no lo que el denunciante de supuesto abuso sexual hace 30 o 35 años ahora ha sacado a la luz. Pero querer hacer solo incidencia en un presunto error, delito o pecado -de existir- y olvidarse de todo lo demás, de todo lo positivo es practicar un periodismo de carroña que me importa un bledo. Así lo pienso y así lo escribo.

El editor