Esta semana se ha celebrado en la UVA una Jornada universitaria sobre Información y Terrorismo en Castilla y León en la que intervino entre otros, Luis Miguel González Gago, consejero de la Presidencia de la Junta. González Gago puso interés desde el punto de vista de las víctimas, algo que a veces se olvida en el relato periodístico dando más relevancia al suceso en sí a la hora de difundir la noticia.
Precisamente en las Jornadas UNIV 93 celebradas en Roma, participé con una ponencia conjunta titulada: “Cómo informar sobre terrorismo”, que se publicó posteriormente a nivel internacional y cuyo ejemplar se haya en multitud de facultades de Comunicación. En resumen, se trataba de una serie de medidas a aplicar desde el punto de vista del periodista cuando se enfrenta a un hecho violento como el que la banda terrorista ETA producía en la sociedad española. Hoy hablaríamos principalmente del radicalismo musulmán, con una serie de variantes añadidas.
La colaboración con las fuerzas de seguridad es una consigna base. Muchas veces se han abortado operaciones por defender una exclusiva, un ser el primero en narrar algo o dar datos que dificultan la resolución de la investigación policial. Ponerse a servicio del orden público, atender a la víctima que también recibe, como receptor que es, el mensaje que el periodista difunde. E intentar desmontar el mensaje o justificación política o radical del terrorista son algunas de las ideas que aquella vieja ponencia proponía y que hoy en día sigue vigente en su mayoría de sus conclusiones.
Sería bueno recordar que de los 857 asesinatos cometidos por ETA entre 1960 y 2009, según se recoge en el libro ‘Vidas rotas’ de Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey, 138 eran naturales de Castilla y León, lo que supone el 16,1 por ciento del total de víctimas. En esta trágica clasificación la comunidad solo se sitúa por detrás del País Vasco, con 178 asesinatos (20,77 por ciento) y por delante de Andalucía que, con 121 víctimas ocupa el tercer lugar. En León se recuerda el asesinato del comandante Cortizo y en Astorga, por la ligazón de muchísimos años destinado en el Cuartel Santocildes al coronel Picatoste. El atentado se llevó a cabo en su pueblo de La Rioja.
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