Héroes sin rostro

No sería exagerado, ni tan siquiera mentira, comenzar este artículo afirmando que Castilla y León arde por sus cuatro costados. Cuando todavía no se había enfriado el rescoldo del pavoroso incendio de la Sierra de La Culebra en Zamora, las llamas han vuelto a brotar pavorosamente un poco más al sur en la vecina Salamanca, en la Sierra de Francia y otros puntos agrestes de gran masa forestal, y por tanto, de atracción medio ambiental para todos los amantes de la naturaleza. El fuego hace acto de presencia en Burgos, en Ávila,  pero de forma exagerada en el corazón del Bierzo, el Valle del Silencio, la Sierra de los Siete Apóstoles, hasta incluso en La Cabrera lindando llamas con otro tremendo fuego en la vecina y hermana Valdeorras donde las llamas alcanzan aldeas y cercanías de O Barco. Vuelve de nuevo en Zamora a aparecer la mano criminal, en pocos han sido los rayos de tormenta los causantes de la catástrofe. Y de repente el cielo occidental de Castilla y León el sol desaparece oculto tras el humo que avisa a todos de que el mal está ahí, que piensa quedarse para varios días y que se llevará todas las almas que pueda, hogares, sueños, animales y todo rastro de vida que pueda engullir en sus fauces infernales.

La gente se acostumbra a limpiar la ceniza que sobrevuela sus pueblos y ciudades un día sí y otro también. Un Vesubio imaginario sobrevuela las tierras castigadas por el sol, la despoblación y el olvido institucional. La gente sobrevive con los nervios a flor de piel. Se buscan culpables. Los efectivos oficiales no dan más abasto, las cuadrillas se multiplican hasta dar literalmente la vida, la UME, la Guardia Civil, centenares de voluntarios de Protección Civil, de la Cruz Roja, conductores de autobuses como los de AUPSA, listos en la noche para los posibles traslados de vecinos a pabellones deportivos, vecinos solidarios, agricultores y ganaderos que luchan por su hábitat, dueños de viviendas que ven sus enseres devorados por las llamas…toda una vida reducida a ceniza. Y así, cientos de héroes sin rostro y sin nombre que vuelven su mirada a la clase política con los puños cerrados conteniendo el llanto y la rabia. No es algo natural, atribuible a la temporalidad, es una catástrofe de primer orden. Se nos está quemando la vida.

ABC