Héroes Maragatos en la Defensa de la Patagonia

Entre los muchos episodios tan épicos como notables y tan trascendentes como desconocidos de la historia común de españoles y argentinos, figura el que hemos de relatar. Una historia que nos une tan estrecha como entrañablemente: Desde los albores del Descubrimiento hasta aquella virtual sangría española que fue la emigración de más de un siglo en la que millones de peninsulares buscaron y hallaron en Argentina un refugio, un hogar y una segunda Patria a la que amaron y enseñaron a amar tanto como a la propia.

Y entre esas curiosidades, una de las más destacadas es el protagonismo de  maragatos quienes, junto a criollos, negros, franceses, estadounidenses e ingleses, pasaron a incorporarse al catálogo de los héroes argentinos, al enfrentarse y vencer a una escuadrilla imperial durante la guerra que enfrentó a las Provincias Unidas del Río de la Plata con el Brasil por la soberanía de la antigua provincia Cisplatina, que luego se convertiría en la República Oriental del Uruguay.

Esta singular batalla se dirimió frente al fuerte de Nuestra Señora del Carmen de Patagones, entonces núcleo poblacional y militar más austral de América.

Fundado por la expedición científica al mando de Francisco de Viedma y Narváez, en 1779, fue hacia 1782, cuando comenzó la exploración del Río Negro a cargo del marino mercante gallego Basilio Villarino cuando, simultáneamente, se radicaban en el lugar las primeras familias de maragatos y gallegos que irían a conformar el núcleo poblacional. Habían sido convocados con el objeto estratégico de poblar la Patagonia española, por un lado para extender el desarrollo del extremo meridional Hispanoamericano y, al mismo tiempo, conjurar unas esperables invasiones británicas o de indígenas trasandinos. Esta decisión estratégica del rey Carlos III, aseguró el dominio español del Cono Sur.

Se les había prometido a los colonos maragatos y gallegos fértiles tierras en propiedad; elementos de labranza; ganado de tiro y carga; semillas y un año de provisiones. Al llegar, sólo se encontraron con las tierras -áridas, aunque fértiles- un pequeño fuerte y la compañía de los nativos. Resolvieron cavar unas “cuevas maragatas” como aquellas de su tierra nativa y, con su espíritu emprendedor iniciaron la labor colonizadora, codo a codo con sus vecinos tehuelches del cacique Churlaquín.

“Bandera imperial brasilera trofeo de guerra de la corbeta “Itaparica”. Gentileza del Museo “Emma Gozzi” de Cármen de Patagones…”

Gracias a un documento hallado por nuestro entrañable amigo y colaborador astorgano, el Dr. Arsenio García Fuertes, podemos reproducir, a modo de homenaje, el listado de los primeros pobladores de Carmen de Patagones entre los cuales, sin dudas, habrían aun muchos cuando sucedieron los acontecimientos que relataremos.

Estos pioneros llegaron al poblado patagónico en 8 sucesivos contingentes, de los que constan los nombres de los varones cabeza de familia que suscribían el preceptivo contrato:

 

“1º Contingente: Domingo Caña, San Pedro de Visma, La Coruña; Vicente Castrelles, San Fernando de Esteiro, La Coruña; José Patiño, La Coruña; Bartolomé Vázquez, La Coruña; Vicente Vázquez Salgado, Alariz, Orense; Antonio Pérez, San Pedro Fis de Romparcoto.

2º Contingente: Antonio Berdonces, Jaen, Andalucía; Martín Lejarreta, Vizcaya; Bernabé Pita, San Martín de Cobas, Galicia.

3º Contingente: Andrés Aregue, San Pedro de Sales, León; Bernardo Bartruille, El Bierzo, León; José Barrios, Piedralba de Sanabria, León; Pascual Caballero, León; Francisco Centeno, Castilla la Vieja

Francisco Corral, San Vicente Ferrer de Bandulfiel, León; Bartolomé de Dios, Zamora, León; Manuel Fernández, León; Santos Gaspar, Zamora, León; Juan González, Santa Elena de Jamuz, León; José Guerrero, El Bierzo, León; Domingo Iruelos, Villamor de Cadoz, Zamora, León; Vicente Lastra, Zamora, León; Juan Antonio Mielgo, Almeyda, Zamora, León; Francisco Mosquera, San Esteban de Morán, La Coruña; José Pita, San Martín de Cobas, Galicia; Rodolfo Trigueros, Castilla la Vieja.

4º Contingente: Toribio Alonso Conde, Zamora, León; Nicolás Fraile, Rivas de Valduerna, La Bañeza, León; Antonio García, Benavente, Zamora, León; Tomás Martínez, Castilla la Vieja; Bartolomé Moreno, Santa Isabel de Lahort, Zamora, León; Francisco Pérez, Castilla la Vieja; Lucas Pesa, San Juan de Benavente, Zamora, León.

5º Contingente: Ramón Carro, Turienzo de los Caballeros, El Bierzo, León; Angel Otero, Villadeza del Agua, Benavente, Zamora, León.

6º Contingente: Manuel Alonso, Bustillo, Zamora, León; Alonso Calvo; Pedro Sánchez, Piedras de Arriba, Zamora, León.

7º Contingente: Matías Blanco, Mayre de Castroponce, Zamora, León; Juan Miguel Crespo, León; Andrés Gómez González, San Román de Encobras, La Coruña; Antonio Miguel, León; Francisco Segurado, Villa de Esteva, Lugo; Tomás Tejedor, Escobar de Campos, Sahagún, León; Esteban Valer, Santoreña del Conde, Zamora, León; Manuel Velasco, Castilla la Vieja; Andrés Villanueva, León.

8º Contingente: Santos de Cela, Santa María de la Bañeza, León; Fernando Estevan, Torres de Fradez, León; Manuel González, Santa Julia de Astorga, León; Vicente González, Castilla la Vieja…”

 

De entre estos maragatos pioneros pobladores patagónicos, hemos podido constatar, gracias a la labor de nuestro entrañable amigo y colaborador el Dr. Arsenio García Fuertes, que el citado Ramón Carro, integrante del 5º contingente, era efectivamente nativo de Turienzo de los Caballeros y contaba con 33 años al momento de asentarse en Carmen de Patagones. Los datos de su bautismo nos iluminan algo de su personalidad:

 

“En la V(ill)a de Turienzo de los Cavalleros a V(eint)te y ocho días del mes de febrero de mil settez(iento)s quarentta y seis, yo el infrascriptto Cura deella baptizé y puse los s(ant)os oleos a un niño q(u)e dixeron haver nacido el día diez y ocho del corr(ien)te llamose Román hijo lex(iti)mo de Juan Carro y María del Palazio vez(ino)s desta V(ill)a y sus abuelos patternos Dom(ing)o Carro y María de Cavo, y los matternos Blás de el Palazio e Isavel del Palazio vez(ino)s estos deel lugar de fuenzebadón, fueron sus padrinos Isidro …. Mis feligreses advertiles el parentesco espiritual y mas obligaciones y la madrina lo contrajo y firmo D(o)n Joseph Adan y Ramos…”

 

Pasados los primeros aciagos años de aislamiento absoluto, durante la Revolución de Mayo de 1810, los maragatos patagónicos -al igual que la mayor parte del virreinato- se mantuvieron leales al desleal rey: desconfiaban de la propuesta revolucionaria porteña, aunque fuera también aparentemente afín a la Monarquía (que no al monarca felón). Mantuvieron esa convicción incluso varios lustros después: los maragatos patagónicos, junto a sus vecinos nativos de uno y otro lado de la Cordillera, se sumaban a las milicias de los conocidos hermanos Pincheira que, enarbolando las banderas con las aspas de Borgoña, mantenían a raya a los ejércitos revolucionarios, aunque terminaron rindiéndose por no haber recibido jamás ningún apoyo desde España.

El 10 de diciembre de 1825, el emperador Pedro I de Brasil declara la guerra a las Provincias Unidas del Sur -antiguo Virreinato del Río de la Plata- pretendiendo -como lo había venido haciendo antes su predecesor portugués- la Banda Oriental del Uruguay.

Hacia principios de 1827, el almirante brasileño Rodrigo Pinto Guedes, Barón del Río de la Plata, luego de bloquear el estuario de su baronía, cortando toda comunicación y comercio, ordena a la Esquadra do Sul atacar el que sería el puerto que podría darle a su emperador el dominio del Cono Sur: Carmen de Patagones.

La escuadra atacante se compondría por las corbetas “Duquesa de Goiás”, que izaba la insignia del comandante; la homóloga “Itaparica”; el bergantín goleta “Escudeiro”; y la goleta “Constança”. Eran 654 hombres; 200 de ellos británicos; 51 cañones y una fuerza de infantería integrada por el 18º Batallón de Cazadores de Pernambuco. La orden era clara y concreta: arrasar con la pequeña fortaleza de Carmen de Patagones que solo contaba con poco menos de medio millar de habitantes y una ínfima fuerza de infantería compuesta por una compañía de africanos libertos de los buques negreros que se tomaban presa.

El 27 de febrero de 1827, la flotilla brasilera entra por la barra del Río Negro para intentar remontar las 16 millas que la separan de la fortaleza. El pueblo se agita por la ingrata sorpresa y hasta las mujeres, lideradas por la vecina maragata Eustaquia Miguel de Rial se visten con gorros colorados y se arman de palos para aparentar ser militares que defienden el fuerte.

Al día siguiente, un error de cálculo del práctico de la goleta “Escudeiro” que encabezaba el convoy, cambió el destino del ataque: izó la bandera azul convenida para indicar “calado adecuado” para el avance de las demás naves, lo que se tornó fatal.

La “Escudeiro” y la “Constança” entablaron combate contra los cañones de la batería costera, cuya primera andanada dio de lleno en el primero. La “Itaparica”, izando el pabellón imperial a tope, continuó el ataque.

Viéndose sobrepasado, el coronel Felipe Pereyra, piloto mercante criollo y ahora comandante del Fuerte Patagones, ordenó replegarse desde la costa hacia la fortaleza.

En lo más arduo del combate, la “Duquesa de Goiás”, confiando en la indicación del práctico, varó, mientras la “Constança” intentaba -inútilmente- acudir en su asistencia.

Los días pasaban y los combates se sucedían sin cesar. El 4 de marzo encalló la “Itaparica” río arriba siendo abandonada por la mayor parte de su tripulación, situación que fue inmediatamente aprovechada por la tripulación de la “Chacabuco” que la capturó.

La “Duquesa de Goiás” y la “Escudeiro” que pretendían continuar río arriba, fueron detenidas por los fuertes vientos y la corriente del río Negro. En medio del río y bajo una intensa lluvia, el comandante de la flotilla imperial decidió cumplir con la misión encomendada: desembarcó a las 0200 de la madrugada del 7 de marzo y se puso al frente de una columna de infantería de 320 hombres del Batallón de Cazadores de Pernambuco. Tal era la certeza de su victoria que, entre sus ropas, llevaba una proclama por la cual, como nuevo gobernador militar, afirmaba su intención de respetar vidas y bienes de los pobladores locales.

Guiados por un prisionero que hicieron al desembarcar, éste los condujo por un sendero errado que los alejaba más a cada momento, internando a las tropas invasoras por tierras arenosas bajo un intenso calor estival.

En tanto, alertados los capitanes del “Oriental Argentino”; del “Hijo de Julio”, y del “Hijo de Mayo”, interceptaron con sus marineros a la columna imperial.

Los maragatos, en tanto, junto a las tropas del coronel Pereyra y una porción de gauchos e indios tehuelches vecinos de Carmen de Patagones, atacaron a la columna brasilera con una batería de artillería colocada estratégicamente en el Cerro de la Caballada que pretendía ascender con sus tropas para dominar la pequeña villa anexa, ya que desde su cima también dominaría el río en el que se debatía su flotilla contra los buques corsarios.

Tras varios intentos comenzados a las 06:30 de la mañana, fue derrotado por los defensores bajo el constante fuego de la artillería del cerro y de las cubiertas de los buques corsarios. En lo más reñido de la batalla, el comandante de las tropas imperiales fue mortalmente herido de un certero disparo en el cuello, mientras las tropas argentinas les cortaban la retirada.

El resto de las naves brasileras fue, una a una, abordada y rendida por los corsarios argentinos.

La “Itaparica”, en tanto, no hizo honor al valor demostrado por sus homólogos: cuando fue abordada por los corsarios argentinos, los oficiales imperiales fueron encontrados ebrios, mientras el práctico Joaquím Augusto Pecerario, fue hallado encerrado en su camarote. Los buques apresados, pasaron a engrosar la flota argentina.

Esta heroica batalla, aunque haya pasado casi de inmediato al injusto olvido, se enmarcó entre las 3 más importantes de la guerra contra el Imperio, junto a Ituzingó y Juncal, pero -a diferencia de aquellas- fue protagonizada por vecinos maragatos -entre cuyos nombres hasta hoy perpetuados en el atrio de la iglesia local, pueden encontrarse los varios de aquellos pioneros maragatos y sus hijos- criollos y nativos, al mando de un piloto mercante -el coronel Felipe Pereyra- a todos los cuales rendimos emocionado homenaje con estas líneas.

Tan poderoso fue el arraigo de los maragatos a la tierra rioplatense, que su influencia llegó desde la indumentaria que caracterizó a los “gauchos”, hasta la historia de Uruguay y Brasil… Pero eso es otra historia…

Dr. Horacio Guillermo VAZQUEZ RIVAROLA, Director del Museo Marítimo “Ing. Cerviño” de Buenos Aires

2 comentarios en “Héroes Maragatos en la Defensa de la Patagonia

  1. vaya plan de ataque. Enfrentarse a un fuerte desde un río, sin posibilidad alguna de maniobra de las naves, desconociendo el calado, una de las naves la tripulación ebria, los que decidieron hacerse paso por tierra con infanteria utilizan un prisionero de guía que no se sabe si intencionadamente, o porque no tenía ni idea de a dónde se dirigía, los aleja del objetivo.

  2. Vaya lección de historia de nuestro amigo y compañero de la Historia Horacio Vázquez …
    Un placer leerte y aprender.
    Enhorabuena a Astorga Digital por haberte invitado a escribir en esta columna
    Arsenio García Fuertes

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