Últimamente en Madrid se descansa entre semana, cuando caen las fiestas (uno, dos y 15 de mayo) y se tienen unos fines de semana agitados, sobre todo en los ambientes políticos y periodísticos. Van tres domingos de elecciones, queda otro y hay que añadir el retiro meditabundo y lastimero de Pedro Sánchez. Inexplicable incluso casi un mes después. Habrá que esperar a los libros en preparación sobre los cinco días de abril para saber cómo un presidente del Gobierno europeo, a pocos meses de su reelección, decidió desaparecer diciendo que tenía que pensárselo y que ya nos contaría. Fue un fin de semana largo que debió registrar un récord en el uso del móvil y de las redes. Todo el mundo llamando, intentando saber de qué iba aquello. Todo el mundo solidarizándose, no se sabe muy bien con qué, o poniéndolo pingando por semejante decisión infantil o perversa, o las dos cosas a la vez.
Circulen, no pasa nada
Al final Pedro Sánchez se quedó, claro. Como conclusión a la meditación familiar improvisó una cruzada contra los bulos de la fachosfera, sin concretar hasta el momento. Tampoco se necesita. Mejor que no se les ocurran soluciones y dejar las cosas como están: hay suficiente legislación contra las mentiras, las injurias y las calumnias. Y algo muy práctico, desmentirlas y dar explicaciones. Casi sin tiempo para reponerse del Quédate de Quevedo que le cantaron a Sánchez y del chotis de Isabel Díaz Ayuso en el Dos de Mayo llegó el 12M.
Cataluña: ¿dos elecciones en un año?
Por una vez los que se quedaron en cada fueron los independentistas. En la línea Barcelona-Tarragona, donde se concentran más de dos tercios de la población, se fue más a votar y se votó menos a Junts y ERC, que se han quedado con los mayores, asentados económicamente, que viven en los pueblos del interior y son de origen catalán-catalán. El candidato del PSC, Salvador Illa, un discreto filósofo cristiano dedicado a la política y conocido por la pandemia, se llevó el voto de todos los que estaban hartos de ungidos independentistas de boquilla, de gestores ineficaces y de izquierdistas autoreferenciales. El PSOE mantiene el tipo a costa de lo insustancial que resulta su izquierda. El PP se salvó y pudo sonreír después de dar los trompicones habituales en las campañas electorales, pero sin poder llevarse por delante a Vox, solo a Ciudadanos. La resistencia de Vox y la entrada de los ultras independentistas de Aliança Catalana ha puesto sobre la mesa lo que muchos no quieren ver: la reacción ante una inmigración no integrada, consecuencia de haber preferido a los que no fueran hispanoparlantes. Carles Puigdemont, el exiliado (según dicen en TVE) en Catalunya Nord –(egún dicen en La Sexta) anunció que se iba, como Sánchez, si no gobernaba y ahora ha dicho que se presentará a la investidura siendo segundo, como Sánchez. Quiere rematar a ERC: si los republicanos –en plena crisis por el palo electoral después de convocar elecciones anticipadas– lo apoyan volverá a liderar todo el independentismo; si lo rechazan, también, porque los llamará traidores, sobre todo si dejan que gobierne Illa, y si ni lo uno ni lo otro habrá elecciones y desaparecerán igual. Puigdemont también quiere con su candidatura ajustar un poco más el nudo sobre Sánchez. Dicen que el procés está muerto, pero quizá no enterrado.
En todo caso, con esto y la amnistía unos y otros marearán hasta que pasen las siguientes elecciones. Porque estamos otra vez en campaña: europeas el 9 de junio. Después hará ya mucho calor y solo habrá tiempo de contar turistas. Con el personal despistado por el termómetro y las vacaciones será el momento de hacer las cosas difíciles de explicar.
Ángel M. Alonso Jarrín
@AngelM_ALONSO