Germán

En poco menos de medio año, la muralla de Astorga ha perdido dos referentes de la intelectualidad polivalente de este paseo que mira al Teleno y que, en reciprocidad, recibe del monte totémico una especie de inspiración creativa. En este 2025 de desasosiegos, la estación de la anarquía liberadora de rutinas, empezó con el rígido protocolo de la muerte de un ser admirado y cercano.

La macabra cronología se ocupó primero de Luis Miguel Alonso Guadalupe, en nuestra jerga vecinal, Luismi. La parca no tardó en hacerse presente, en el turno de los calores, con otra referencia de este paisaje: Germán Gullón. A escasos diez metros de mi casa me he quedado sin dos concreciones físicas del saber hecho a la medida de la docencia auditiva. Hablar era cosa de ellos: acreditaban galones.

La bonhomía del agradecimiento me lleva ahora a la evocación de Germán, enganchado a un apellido que detenta con incuestionables ejemplos el orgullo cultural y social de Astorga. Hijo de un prohombre de la ciudad, Ricardo Gullón, académico, premio Príncipe de Asturias de las Letras y cabeza profesoral en acreditadas universidades estadounidense, de la huella literaria española, con Galdós y Juan Ramón Jiménez como estandartes, un testigo que Germán recogió con la veneración debida de vástago y discípulo.

Llevo un par de días en Astorga. No puedo hacerme a la idea de que solo dos portales a la izquierda de mi residencia, la presencia y esencia de Germán acaban de desaparecer. Una morada pequeña, recién reformada, que él y Leti nos enseñaron con el orgullo de sentirla como hallazgo de un refugio. Aquellos techos y paredes en diseño minimalista testimoniaban el impulso creativo de sus moradores. Uno, con la palabra y la voz crítica; otra, con la paleta de colores.

Me atrae la idea de la simbiosis matrimonial entre las disciplinas literaria y pictórica. En Germán y en Leti encajaron como retroalimento de sus creaciones. Algo de colorido rodeó la didáctica y descripción del profesor de literatura, y algo de retórica guiaba el pincel de la acuarelista en esas pinturas de perros con el sello indeleble de mascota de las niñeces.

Pedí a Germán que me presentara el único escrito en formato libro que guardo en mi cofre de juntaletras. Él dio una dimensión literaria a una experiencia imaginativa y sensorial que concebí de primeros auxilios a mi necesidad de escribir más allá de la columna periodística. Mucho más que un maestro de cabecera.

ÁNGEL ALONSO

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.