Me sobrecoge el frecuente recurso al verbo exigir en las reivindicaciones políticas y sindicales. La RAE le concede el significado de pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho. Se puede interpretar como restituir una legitimidad. Pero el sustantivo exigencia presenta otra connotación, o a mí me lo parece: pretensión caprichosa o desmedida.
En los comunicados o discursos, los partidos políticos y sindicales conjugan en primera persona del plural, exigimos, pero no se nos puede escapar que el contenido del mensaje es una exigencia, un sustantivo sinónimo de capricho o exageración.
Como sea, creo que la mayoría de ciudadanos nos remitimos al significante de exigir como una imposición. Pedir, solicitar, reivindicar, son verbos que encuentran mejor acomodo en la tolerancia que se supone en un sistema democrático, fortalecido en su credibilidad a base de conquistas y cesiones en alternancia, por parte de los agentes sociales que lo componen.
La realidad es que no falta casi nunca en las peticiones a los poderes públicos los dichosos exijo o exigimos, que suenan a orden de inmediato cumplimiento. Si un amigo nos reclama la devolución de un préstamo que nos ha hecho, su exigencia está revestida del pleno derecho; pero si le exijo un determinado modo de comportamiento, estoy entrando, sin duda, en el resbaladizo terreno de imponer una conducta
Exigir es palabra que repele en la primera audición. Se dota de un tono imperativo, como reconoce la docta casa, que en nuestras mentes remite al significado de ultimátum. En un país en el que todavía se viven los coletazos de cuarenta años de dictadura, este verbo taladra los oídos. Las tiranías intimidan, no piden ni solicitan.
Que en democracia, las materias reivindicativas estén sembradas del verbo exigir y sus conjugaciones en primera persona para dar forma a la exigencia, retrotrae a tiempos del palo y tentetieso. La política obliga a un léxico directo, excluido de cualquier confusión en el imaginario de los electores. Pero eso no está reñido con demandar un lenguaje comedido, que trasmita a la ciudadanía el deseo o la voluntad de acordar y, por tanto, de ceder todas las partes.
Exigir es un verbo monopolizado por actitudes intransigentes. Seguramente es palabra de los devocionarios de personajes del presente como Putin, Trump, Bolsonaro… , sin olvidar que en el pasado, las exigencias de Stalin y Hitler, rara vez no iban acompañadas de la liturgia del genocidio.
ÁNGEL ALONSO