En manos de los terceros

Hubo un tiempo en el que el diseño del sistema político español para las elecciones a todos los niveles administrativos tendía voluntariamente al bipartidismo. En la historia de España, tan sólo se recuerda cierta estabilidad política y pseudodemocracia en el siglo XIX con los gobiernos de Cánovas y Sagasta, conservadores y liberales, en una especie de turnos de responsabilidad casi pactados pero llenos de fallos con los caciquismos locales y los comprados diputados de cada provincia. El movimiento social, muy en manos de la Iglesia y los incipientes movimientos agrarios y obreros, intentaban luchar por asomar la cabeza también en el sistema de gobierno español.

El bipartidismo, ciertamente, del centro derecha del Partido Popular y del centro izquierda del Partido Socialista Obrero Español, se mantuvo en el poder casi la mitad de los más de 40 años que llevamos de democracia, pero siempre, ay, cuando no había mayoría absoluta, con los habituales apoyos de los nacionalismos moderados del PNV y de CiU. Nada de eso queda ya.

Empezando por Madrid y terminando por Valdeviejas, pedanía de Astorga por cierto, los dos grandes se ven ahora condicionados en más de la mitad de los gobiernos locales a dialogar y atraerse para sí los votos de las terceras fuerzas políticas que desestabilicen la balanza a un lado o al otro del color político. Es la hora de regionalistas como la Unión del Pueblo Leonés, Por Ávila, XBembibre y por mí y por todos mis compañeros, como decíamos jugando al esconderite inglés.

En estos comicios vamos a ver la verdadera fuerza de Vox en los municipios de Castilla y León, base de todo sistema administrativo ibérico. Si los regionalismos y provincialismos crecen o frenan su existencia. Si la caída hasta casi la desaparición de la extrema izquierda se produce finalmente o a ver cómo aguantan el envite PP y PSOE. España, o lo que queda de ella, es una nación municipalista y el cargo de alcalde va mucho más que el peso de unas siglas, sino el compromiso personal con el cara a cara de los problemas y vidas de los ciudadanos y vecinos. La verdadera democracia empieza aquí, en las juntas vecinales y en las pedanías, los verdaderos olvidados de un sistema donde se carece de recursos y se abunda en problemas cotidianos.

En ABC