No por esperada, la noticia de tu muerte no me ha descompuesto. Astrid, Astrid…La mejor compañera que jamás pude tener en estas casi cuatro décadas de profesión que nos pesan con este tipo de reveses.
Mi relación con Astrid Rodríguez, la eterna jefa de Prensa de la Subdelegación de Gobierno en León, antes Gobierno Civil, parte en unas lejanas prácticas en el Diario de León por medio del director adjunto de entonces, Fernando Aller, quien ya me conocía desde cubrir a los corresponsales de Astorga y La Bañeza desde mi COU astorgano. Astrid era una de las veteranas y, sin embargo, irradiaba una frescura y un positivismo contagioso. Quién diría que bajo ese semblante dulce se escondía toda una guerrillera por la causa de los más necesitados, los temas malditos y la dignificación de la clase trabajadora. Ella y sólo ella me ayudó aquél verano como nadie lo hizo jamás nunca en mis cinco veranos de becario en varios medios de comunicación.
Finalizada la Carrera, mi primer empleo fue de Redactor Jefe en funciones de la sección de Local del Diario de León. Esta vez, de la mano de su director, Francisco J. Martínez Carrión. Pero Astrid ya no estaba allí. La compañera, la periodista, se encontraba ya en el Gobierno Civil de León como jefa de Prensa. Da igual el partido político que siempre la arropó. Astrid era más que unas siglas, era una heroína de la lucha por las mujeres trabajadoras, madres amadas y esposa fiel de Ángel Santiago Ramos, en cuya piel no me gustaría encontrarme en estos momentos.
Astrid se convirtió en confesora, terapeuta y fue de ella de quien recibí los mejores y más sagrados consejos de esta nuestra maldita y apasionante profesión periodística. En medio de traiciones personales y profesionales, los largos cafés y mis visitas se convirtieron en todo un bálsamo de fierabrás para mis cuitas. Gracias Astrid, nunca podré pagarte tantas horas y tantas risas. Muchos cafés y demasiados cigarrillos.
Y así pasaban los años y las vidas de cada cual. Reencontrarse era motivo de alegría. Como presidente del Club de Periodistas Maragatos, copia humilde del Club de Prensa que había planteado entre otros proyectos al Diario de León, te tuvimos de conferenciante y te brindamos un periódico artesanal como regalo y homenaje a tu incansable tarea de hacer el trabajo a los demás más cómodo y eficaz.
Cuando me contaste de tu enfermedad confieso que lloré. Sí, lloré amargamente como si me arrancaran parte de mí. Fuiste tú. ¡Manda cojones! La que me consolaste. Y pasaron los años, los fugaces encuentros…De julio fue nuestra última conversación en que me decías que te encontrabas mal y muy baja. Intenté ser positivo. Hasta el día de hoy.
Astrid, Astrid, compañera, amiga y confidente. Sé que tú no crees en el más allá, pero yo sí. En el Cielo desde hoy brilla un nuevo lucero que parpadea si lo ves desde Olleros de Sabero