Que conste, que antes de utilizar el verbo wasapear he acudido al diccionario de la RAE para saber si su uso es correcto o no. Y cuando he comprobado que, según la docta Academía se trata de una adaptación apropiada y derivada del término wasap, que ni siquiera es preciso resaltar con cursiva o con comillas, entonces es cuando me he lanzado a escribir esta reflexión en torno al fenómeno del wasapeo, que se ha convertido en pocos años en la práctica más extendida entre la población civil, militar y eclesiástica , desde los parvularios hasta las residencias de la tercera o la cuarta edad, que uno ya no sabe donde estamos.
En estos momentos, el wasap es a la ciudadanía en general como las tesis doctorales o los masteres a los políticos en particular: una necesidad vital, algo tan esencial como el aire que respiramos, incluso en las grandes ciudades con altos índices de contaminación. Todo lo comunicamos, a través del wasap: que nos vamos a comer una tapa de callos al bar de la esquina, pues foto al canto y envío a través del wasap; que salimos a pasear y nos surge la imperiosa de necesidad de informar de este hecho excepcional a nuestras amistades, pues más wasaps al canto. Y así hasta el infinito porque para eso la tecnología nos ha puesto al alcance de nuestras manos y de nuestros bolsillos este maravilloso medio de comunicación que, curiosamente, nos comunica con toda la humanidad menos con la persona que tenemos al lado.
Y si los wasaps individuales son una plaga, que decir de los que se generan en el seno los grupos que todos tenemos en los teléfonos y que también se reproducen como setas en la oscuridad: grupo de mamás que llevan a los niños a la misma guardería, grupo de papás que juegan al cinquillo en el bar de la sociedad recreativa, grupo de matrimonios que hace diez años coincidieron en un viaje a la Patagonia, grupo de ex alumnos que cursaron el Preuniversitario, a mitad del siglo pasado, en el colegio de los Padres Claretianos de Zamora, etc.
En estos grupos suele haber un enorme tráfico de mensajes, que al principio tienen un carácter personal pero que no tardan en convertirse en otra cosa muy distinta en cuanto los integrantes del grupo cogen confianza. Sobresalen en este sentido los grupos en los que hay miembros que , con las primeras luces del día, ya se dedican a enviar, cada pocos minutos, saludos matinales y frases de ánimo para afrontar la jornada y las subidas de impuestos que se avecinan. Pero muy cerca de los primeros, están esos otros grupos en los que se difunden, mayoritariamente, memes sobre las ignorancias o mentiras de algunos políticos, o sobre los avatares post mortem del general Franco, que también están dando mucho de sí, en contra de lo que pensaba Pedro Sánchez y su portavoza acreditada.
En fin, que si uno quiere se puede pasar gran parte del día y bastantes horas de la noche, aún a riesgo de perjudicar el débito conyugal, leyendo o escribiendo wasaps sobre las más diversas materias y acontecimientos de nuestro diario vivir, que para eso estamos en la era de la comunicación telefónica y de las redes sociales.
Por cierto, ¿se han dado cuenta de que muchos de nuestros próceres ya solo se comunican con sus ciudadanos a través de las redes?. Y los periodistas se quejaban del plasma durante la égida marianista.
Debe ser el signo de los tiempos. Eso sí, esperemos que la inteligencia y la capacidad de gestión de nuestros representantes políticos vaya más allá de los 280 caracteres permitidos por mensaje en alguna red social.
Angel María Fidalgo