El fin de la Igualdad de derechos y deberes de los Ciudadanos y de las Regiones de España de la mano del falso progresismo y de los nacionalismos.
“La Igualdad sucede cuando dos cosas tienen el mismo estatus. Según la Real Academia Española, es el principio por el cual todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y obligaciones. Sin embargo, la historia humana es la historia de las desigualdades, y también la historia de los intentos por establecer la Igualdad”.
Recuerdo que durante mi carrera universitaria, uno de los profesores que impartía clase de Historia Contemporánea a mi promoción, un verdadero sabio, nos sorprendió un día con esta brillante aseveración:
“Si el Imperio Romano de Occidente no hubiera caído en el siglo V el ser humano hubiera llegado a la Luna no en 1969, sino en el siglo XV…”
Verdaderamente hay que considerar que, a pesar de los tópicos (y a algunos tienen total fundamento) y del amor y veneración al periodo de la historia del que hacen el objeto de sus vidas profesionales los medievalistas, la Edad Media fue un periodo de 1.000 años en el que la Civilización Occidental y el desarrollo científico y tecnológico se detuvieron. Es más, el Estado político centralizado y creado por Roma se hundió. El Estado que aseguró a los Pueblos de Europa y del Mediterráneo casi cuatro siglos de Paz, de comunicaciones seguras para el comercio, los viajeros y las ideas, bajo unas mismas leyes escritas (el Derecho Romano), un mismo sistema monetario, un idéntico sistema de pesos y medidas, un mismo ejército, policía y autoridad, grandes y prósperas Ciudades, seguridad e igualdad jurídica para todos los Ciudadanos del Imperio (al margen de su raza, creencias y riqueza) y aún para los extranjeros asentados en el Imperio, con un mismo idioma común, el Latín (hablado con multitud de acentos y modismos y complementado en la parte oriental por el griego)…todo ese mundo común de Derechos y Deberes, desapareció.
No murió de viejo, sino que en palabras del historiador francés André Piganiol en 1947 “fue asesinado” por los bárbaros.
Lo que sustituyó a este primer Mundo Globalizado de la Antigüedad que se movía al impulso común de Roma y de su avezada clase política, fue el Mundo Medieval y el Feudalismo: pequeños reinos bárbaros donde la base principal del derecho y la autoridad política eran la fuerza y la violencia, apenas atenuada por la conversión de estos Pueblos Germanos al Cristianismo. El Estado desapareció y cada Reino quedó dividido por multitud de pequeños “estaditos” que el Rey de turno (carente de recursos económicos, de un ejército permanente y de una administración eficaz de funcionarios) repartía entre su Nobleza (Duques, Marqueses, Condes y Caballeros Feudales) y su Alto Clero (Obispos, Abades…). La Sociedad se fracturó y aparecieron los privilegios…Nobleza y Clero tenían más derechos que el Pueblo llano y no pagaban impuestos. Los Señoríos Feudales del Reino recibieron privilegios forales por los que unas partes del Reino tenían más derechos y menos deberes que otros; territorios donde para pasar de un Señorío a otro había que pagar a los señores portazgos y aduanas interiores (dentro de poco hoy serán los peajes en las autovías), territorios donde los ejércitos y policías feudales de los señores (los “perros” del rebaño) campaban a sus anchas, muchas veces maltratando y robando al Pueblo (las “ovejas”) mientras que el Rey (el “pastor”) miraba para otro lado y consentía el mal y la injusticia de los Señores a los que debía su trono.
Los Señores de cada “estadito feudal” no respondían ante la justicia del Rey porque a pesar de sus delitos contra el Pueblo y contra la Igualdad, tenían el privilegio de tener fueros y leyes propias, con sus jueces estamentales que amnistiaban y no hacían cumplir la Ley a los poderosos o amigos del Rey.
En la Edad Media las personas no eran Ciudadanos sino vasallos de otra persona poderosa, su Señor Feudal, a la que juraban fidelidad besándole el anillo de su mano mientras se arrodillaban (lealtad no a la Ley, al Estado o a la Nación, que no existían). Ello se hacía a cambio de trabajo, dinero y protección (en la nuestra Edad Contemporánea en Sicilia y en Chicago a esto se le llamó y se le sigue llamando…mafia).
Este Mundo Medieval de privilegios estamentales y forales se prolongó durante la Edad Moderna en Europa y América hasta finales del siglo XVIII. En España apenas hubo un cierto alivio cuando desde finales del siglo XV Isabel I de Castilla (el mejor Rey que ha tenido nunca España fue una mujer) inició la recuperación del Estado con la creación de una Hacienda Real, un Cuerpo de Funcionarios preparados, una Justicia integrada por Magistrados Honrados (toda una novedad) que empezaron a dictar sentencias contra los ricos y poderosos y a favor del Pueblo frenando los abusos de siglos de aquellos y un Ejército Real dotado de armas de fuego y artillería (la “Ultima Ratio Regis” contra los nobles). Fueron aquellos los años felices con que el Pueblo idealizó los tiempos de Reinado de los Reyes Católicos.
Las injusticias, los Privilegios y los Fueros de unas personas y territorios del Reino sobre otros continuaron, sin embargo, hasta la Revolución Francesa de 1789 y las Cortes de Cádiz de 1812. En estas últimas se estableció el Estado Unitario, la Igualdad jurídica y legal de todos los españoles; fueros territoriales y privilegios a los ricos y caciques de cada región de España fueron abolidos, surgiendo así, pese a todas sus imperfecciones y limitaciones (no en vano España tuvo cuatro guerras civiles entre 1833 y 1939), la Nación de Ciudadanos, la Nación Española. Con ella se logró crear un Estado, a lo largo del siglo XX (con limitaciones políticas y una pobreza estructural y atraso económico del país), que aseguró una Sanidad Pública e igual para todos los españoles, una Educación Pública e igual para todos los españoles, una Justicia y una Policía (Guardia Civil y Policía Nacional) con jurisdicción en todas las Provincias del Estado. También se creó un único Mercado Nacional para toda la actividad económica y del trabajo, además de un Ejército Nacional integrado por Ciudadanos de leva, el antiguo Servicio Militar.
Los defensores de los Privilegios Forales y de la desigualdad de los Españoles, los Carlistas, fueron derrotados en el siglo XIX, pero pervivieron y se transformaron en buena parte, en los nacionalismos periféricos de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que odian y buscan la destrucción del Estado Nacional; nacionalismo que hoy gracias a la traición a la Constitución de 1978 de algunos partidos políticos que se dicen españoles, son los que deciden quien gobierna el Estado, no los Ciudadanos que votan.
El Movimiento Obrero y el Marxismo crearon en el siglo XIX la conciencia del Internacionalismo y el Universalismo de Derechos del Hombre y de la Clase Trabajadora, condenando y vaticinando el final del Nacionalismo y del Estado burgués.
Pero hete aquí que la restauración de la Democracia en España en 1978 trajo la aceptación de la diversidad y de un regionalismo militante que en los últimos 50 años, merced al Estado Autonómico (ignoro por qué nunca se le ha llamado el “Estado Feudal”) ha vuelto a destrozar y desvirtuar el Estado Nación que defendía la igualdad de Derechos y Deberes de los españoles y de sus territorios. Privilegios Forales, Feudalismo, incumplimientos de la Ley para algunos (con la anuencia de altos magistrados que siguen llevando su toga sin vergüenza alguna y actúan no al dictado de la Ley sino del Partido Político que les ha nombrado y bajo su línea programática y “editorial”), el desprecio a la voluntad mayoritaria de los Ciudadanos…campan a sus anchas por la desdichada España.
No vemos el límite ni el final a este proceso, a esta vuelta a la Edad Media. Nuestra Sociedad, cada vez menos formada y más manipulable (como las “ovejas” de la Edad Media, la Plebe analfabeta) parece apuntar a un infantilismo hedonista, lleno de incultura merced a las sucesivas leyes educativas.
La traición de los partidos de izquierda a sus ideales antiguos de Igualdad y su alianza con los nacionalismos antiespañoles, junto con la complacencia de buena parte de la derecha con el caciquismo regionalista de donde siempre se saca tajada, nos llevan, inexorablemente, a otra época oscura…
Antes de que las nuevas inquisiciones del siglo XXI nos lo impidan, lo decimos y defendemos aquí la Igualdad y la Libertad de los Ciudadanos.
“La Igualdad es el alma de la Libertad; de hecho, no hay Libertad sin ella”
Frances Wright
(Dundee, Escocia, 1795 – Cincinnati, 1852. Escritora, librepensadora, feminista y abolicionista, Ciudadana estadounidense desde 1825)
Arsenio García Fuertes
Doctor en Historia
Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación
Suscribo el contenido de este artículo. Totalmente de acuerdo.
Rogelio Meléndez Tercero
Muy acertado planteamiento.