Confieso que desde niño he tenido la inclinación de preocuparme por las cosas de mi alrededor. De tener un espíritu hipercrítico que me llevaba a tomar parte en asociaciones culturales, clubs de lectura y hasta asomarme al entonces abierto mundo de la política. Los gustos y algunas cualidades, que supongo tendré, me llevaron al periodismo desde la temprana adolescencia. Hoy, en la redacción de donde trabajo a diario, celebrábamos un cumpleaños de una redactora de 25 años. Y claro, salió el tema de la edad y al final zanjé el debate con un contundente: “yo nací ya viejo”, causando la risa entre los compañeros que dirijo. A mi madre le debieron decir: “Ha tenido usted un jefe”, cuando nací, porque reconozco que igual de pasional también lo soy de dominante.
Y después de esta confesión personal mi pensamiento va dirigido a la polémica o tensión del PP madrileño, que no es tal, sino un péndulo en el que los tiempos se tornan a un lado y a otro según se mueva. A veces, recuerdo cómo viví en primera persona los lances de Alberto Ruiz Gallardón, presidente de Comunidad de Madrid contra el alcalde Álvarez Del Manzano. Las contraprogramaciones. Las indirectas en declaraciones… Y luego Gallardón de alcalde y Esperanza Aguirre de todo poderosa presidenta de “los gatos”. Qué trajín para los de Comunicación.
Reconozco que me he quedado sin apenas contactos en el entorno del nuevo alcalde y la nueva presidenta, Martínez Almeida versus Díaz Ayuso. Pero la situación comienza a parecerse demasiado. Madrid es la sede del poder nacional, y aunque en papeles secundarios, la Comunidad y el Ayuntamiento parecen tener potencial suficiente como para mostrarse ante la opinión pública como contrapesos, como si todos fuéramos un poco madrileños. Desde la España vaciada todo lo parece succionar Madrid. ¿Qué tendrá para que todos sueñen alguna vez con dar el salto a la política orgánica nacional? Cristina Cifuentes llegó a contar con su propio think thak , grupo asesor para preparar la conquista de Génova. Doy fe.
De momento, tenemos a un alcalde resuelto, simpático y lleno de energía. Y de Ayuso, “la tabernaria” como ella reconoce, es un ciclón de aire fresco que la encorsetada política nacional parece necesitar. Está de moda y le va bien al PP. Pero no le toca. No le toca…Por mucho que los cortesanos de alrededor y los medios de comunicación nos empecinemos en escenificar el duelo Casado-Ayuso. El péndulo está aún en un lado.
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