Lenta y silenciosamente continúan con su misión evangelizadora por los pueblos de este mundo. Proclaman que su fe como la única y verdadera. Y no abandonan jamás sus posiciones de combate. Hubo un tiempo en que su verbo se hizo carne, esto es, se comprobó en varios países, y siempre iban dejando una estela de revolución y muerte detrás, que no era cierto lo proclamado. El Estado no era la solución a todo, que la propiedad comunal no significaba que el maná cayese del cielo. ¿Para qué me voy a esforzar en mi trabajo si voy a tener la misma recompensa? Y sus economías colapsaban, y sus sistemas de gobierno se convertían en dictaduras de una oligarquía del partido único. Corrupción, hambre y persecución a todo aquel que osase pensar distinto.
Yo no sé si a ustedes les pasa. Me horroriza ver los símbolos soviéticos, como me incomodan los de las dictaduras nacionalistas. Y sin embargo, unos son permitidos y otros no. Nunca entenderé porqué. Los genocidios de los regímenes comunistas se cuentan por millones de almas sacrificadas y aún así hay una especie de complejo por criticarlos y cuestionarlos. Si ese es el progresismo que venga Marx y lo vea.
Existe desde que el hombre es hombre la figura de Caín y Abel. Se haga lo que se haga, siempre Caín estará ahí, criticando, entorpeciendo, saboteando y hasta matando si las cosas se ponen mal.
Entiendo el resentimiento de ciudadanos que tuvieron familiares atropellados en sus derechos y en sus vidas en un momento de la historia. Pero de ahí a devolver la maldad con más maldad ni lo deseo comprender ni lo comparto. Políticamente hace medio siglo sus representantes en España enterraron sus creencias para democratizarlas y aceptar un acuerdo de paz y diálogo. Sin embargo, sus hijos y nietos han roto el consenso, el sistema, la paz social. Y se justifican los escraches, la paulatina pérdida de libertad de expresión, la irrupción en el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Poco a poco, con su entrada en el Gobierno van envenenando nuestra sufrida democracia. Y del “no pasarán” cambian al “no cesarán”. Pero lo peor de todo es que tenemos una banca y unas compañías energéticas que arrojan con soberbia escandalosos beneficios mientras los ciudadanos soportan estoicamente la estulticia. Excusa perfecta.