No acudo esperanzado a la manifestación dominical. Lo hago desesperado frente a la contemplación diaria de una comarca que se desangra a chorros por las calles cada vez más moribundas de su capital, y asqueado por la pasividad con la que precisamente todos los que hoy nos damos cita en Lazúrtegui –menuda ironía- hemos transitado durante años. Sólo quiero confiar ya en que el clamor sea tan grande y la agenda de los medios nacionales tan escuálida como para que la matanza que se está perpetrando desde las administraciones de un pueblo de más de 140.000 ciudadanos, en la frontera de la Meseta con Galicia, transcienda y llegue a conmover a los estúpidos que nos gobiernan en Valladolid y más allá en Madrid.
A la plaza ha llegado gente de buena voluntad; obreros, bancarios, propietarios y ex propietarios de negocios recién pechados, profesionales, parados, enfermeras, funcionarios… Pero bajo la lluvia sólo contemplo muecas resignadas y ni un mensaje nítido de los presuntos organizadores -los que nos han traído hasta este precipicio con nuestra bovina connivencia- que sirva para aglutinar lo que realmente se está malviviendo en este Bierzo. Avanzo y me sitúo tras un manojo de gente entre el que una joven se desgañita con un megáfono de mierda al grito trasnochado de “Obrero despedido, patrón colgao”, y que nos recomienda buscar el futuro en el elixir del socialismo popular. Las ralas esperanzas con las que había llegado a la protesta menguan aún algo más. Son un grupo de gente relativamente joven. Y cavilo que lo mejor de nuestros chavales se ha ido fuera y no verá la oportunidad de volver. Aquí se han quedado definitivamente los más mermados, carcas anticipados ideológicamente.
Decido sortearlos porque desde la desesperación entro en un estado de nausea contenida. Unos pasos más allá me topo con un coro de mujeres con banderas moradas que hacen apología de la nueva ideología de género tan en boga y políticamente correcta, ajenas a cualquier otra consigna sobre el comarquicidio. Así que mentalmente empiezo a cagarme ya en todo. ¿Será posible, cojones, que no vaya a haber nadie capaz de canalizar en un mensaje claro lo que está sufriendo esta comarca y por ende cuál es el plan a partir de ahora? Nadie.
En el puente de Cubelos alcanzo a los seudopolíticos que se arrastran tras una pancarta “perogrullar” y cuando los contemplo, más a unos que a otros, constato que muy probablemente esta movilización no irá más allá del día después en el que ya adivino el habitual ejercicio de onanismo paleto, brindando y felicitándonos por la inanidad de haber sacado a la calle, me da igual que a 5.000 que a 20.000 que a 40.000 paisanos bajo la lluvia. Algunos de esos representantes -de si mismos sobre todo- o son medio lerdos o se creen tan listos que son lerdos por completo.
Aguardo aún que en la plaza del Ayuntamiento la banda sonora de los tambores de la confusión que como una metáfora martillean en la cabecera de la marcha se mude en un mensaje cristalino y contundente sobre lo que desde ahora debería marcar nuestros siguientes pasos apresurados. En vano. Los portavoces sobre el atril se acuerdan de las mujeres que no encuentran un trabajo digno, de la sanidad en caída libre, de los trabajadores que hacen muchas horas a bajo precio: hasta de los integrantes de la entusiástica batucada. Un queda bien desazonante para que ninguno de los grupúsculos que se han sumado a la protesta se
sienta ofendido o ninguneado. ¿Pero de verdad no hay ningún plan más que los mismos diagnósticos manidos que nos sabemos de carrerilla?
Así que la gente huye igual de resignada y cabizbaja que llegó. Esta vez por la calle del Reloj; acaso el que señala los últimos años de vida de esta Ponferrada suicida. Algunos tal vez pensaban haber escuchado que tenemos un PLAN, que el futuro del Bierzo no tiene ni género, ni ideología; que en las próximas semanas los Narcisos de nuestros políticos, que están más pendientes de su bandullo en las próximas elecciones, y los paniaguados sindicalistas que han hecho la vista gorda ante el cierre carbonero y que nos quieren hacer tragar con eufemismos inaceptables como el de la “transición justa”, buscarán una estrategia común y algún embajador con credibilidad para exigir a los gobiernos que igual que un día obligaron a LM por la oreja a traer su inversión al Bierzo, lo hagan ahora mismo con otra mediana docena de industrias de similar tamaño para compensar el holocausto obsceno al que llevan años sometiéndonos.
Por esa acción y frente común contundentes, que ha quedado demostrado en el caso de Vestas en León que es factible, pasa la solución general a la suma de nuestros problemas e intereses; a la igualdad laboral de las mujeres, a la mejora de las condiciones salariales de los trabajadores a través de la competencia empresarial; a la reactivación de las prestaciones sanitarias y de servicios públicos… ¡Pero qué sanidad o justicia exigimos de calidad cuando ni los propios profesionales o funcionarios de estos ámbitos quieren habitar en esta tierra muerta!
Si Rosa María Mateos, La Sexta o Telecinco no son capaces de dedicarnos un minuto en sus informativos para llamar la atención sobre el comarquicidio de más de 140.000 personas por la inanición a la que nos someten los gobiernos Sánchez y Herrera, tal vez sea el momento de que nuestros orondos y apesebrados políticos y sindicalistas acampen unos a las puertas de La Moncloa y otros de Fuensaldaña –una huelga de hambre no les vendría mal- para dejar claro que está en manos de unos y de otros encaminar de manera absolutamente dirigista y con una acción de gobierno descarada inversiones industriales hacia esta masacrada tierra. Entonces quizás más de uno empecemos a pensar que podríamos estar realmente errados sobre la talla, personalidad y credibilidad de nuestros supuestos “representantes” públicos. Ahora más que nunca deberíamos ser un Todo y no la suma de muchas e interesadas partes.
Roberto Arias
Periodista y ex Delegado del Diario de León en el Bierzo