Un homosexual finge una agresión homófoba. Las redes sociales echan humo, se convocan concentraciones de protesta por toda España, o lo que queda de ella, un supuesto gurú mediático se despacha a gusto en su programa televisivo en hora punta, “prime time”, los medios de comunicación replican la noticia y hasta un ministro de Interior se columpia aprovechándose de su condición sexual, como si nos importara con quién se acuesta y cómo se levanta.
Todo el engranaje que estos colectivos asociados a las siglas LGTBI, o algo así, sacan músculo. Son pocos, pero han logrado construir una red de poder que se extiende en todos los círculos del Estado y la sociedad. Ya no sólo controlan instituciones públicas y privadas, es un aparato con financiación, organización y capaz de influir en la opinión pública y en la publicada, que no son lo mismo. La caza del ciudadano que no piense como ellos está servida. Un día es un acoso y derribo a un periodista por ejercer su derecho a la libre expresión, otro es a un político que dijo a micrófono abierto lo que políticamente ya no se considera correcto…
El modelo de sociedad del siglo XXI está en permanente cambio, evoluciona hacia parámetros totalmente distintos al paradigma del siglo pasado. Los cimientos de una civilización que se basan en principios del derecho romano, germánico y de orientación filosófica griega y cristiana se resquebrajan. Europa es un guiñapo ante las culturas arábigas y asiáticas. Poco a poco queda el país occidental más joven a salvo, me refiero a los USA. El mundo, tal y como lo conocemos, desaparecerá en torno al año 2050. Así lo defienden sociólogos, politólogos y muchos de los estudiosos acreditados a los que los gobernantes, temerosos de la ira de la nueva evangelización, no hacen caso.
Hace muchos años aprendimos que el mundo es dirigido por lobbies a todos los niveles, desde el grupo de poder de una pequeña localidad a las grandes multinacionales deseosas del monopolio en cada sector, también en el de la idiosincrasia de la sociedad, la educación, lo que se piense y lo que se diga. Sin embargo, unos pocos dinosaurios nos hemos quedado en el valor de la palabra dada, el honor y el nombre de cada persona. Y todo esto por el bulo del culo.
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